Cuando los reyes consolidaron su poderío cayeron en la cuenta de que los navíos civiles armados eran una buena solución para atacar el comercio del enemigo y privarle de recursos. Como casi ninguno tenía una flota permanente, sino que se limitaban a contratar navíos civiles y armarlos.
Si los civiles corrían con los gastos -y los riesgos- de las acciones contra el enemigo, ¿por qué no apoyarlos?, y si el rey favorece a unos piratas, ¿por qué no obtener beneficio a cambio?. Dado que el favor real significaba impunidad en su país de origen para sus acciones contra el enemigo; y el rey no obtenía mas beneficios de las capturas que los impuestos de la comercialización de los productos, por qué no aprovecharse, porque para defender a estos piratas, el rey tiene que pagar tropas y fortificaciones.
Lo que dio origen a las cartas o patentes de corso. Estas consistían en una autorización real aun civil para combatir al enemigo y destruir sus propiedades y las de sus aliados allá donde se encontrasen. A cambio de la protección otorgada por la corona, el pirata se comprometía a respetar los barcos, personas y propiedades del país y sus aliados, y a retribuir con una parte de los ingresos obtenidos por las capturas a la corona. Además de puertos amigos, la corona también facilitaba la comercialización de los productos obtenidos en la guerra de corso, barcos capturados incluidos, lo que le garantizaba el cobro de su parte.
No todos los corsarios fueron piratas, en los agitados días de las empresas coloniales, había constantes y periódicas guerras, lo que favorecía que los piratas se convirtieran en corsarios, además de obtener el perdones reales a condición de combatir al enemigo y pagar su parte al rey. Desgraciadamente cuando acababa la guerra, como no sabían hacer otra cosa, volvían a sus antiguas costumbres. También era frecuente en guerras prolongadas que dotaciones reclutadas como corsarias, se pasasen a la piratería una vez finalizada la guerra, porque no sabían practicar otro oficio.
Gracias a los corsarios, los ingleses obtenían suficientes ingresos para armar sus flotas y ejércitos. Durante la guerra de independencia americana, los rebeldes no tenían flota con la que afrontar a la formidable flota inglesa, salvo los corsarios -mas de 1000 barcos-, que infestaron los mares de todo el mundo en busca de barcos británicos, causando gran daño a su comercio, desviando recursos y dificultando los suministros y refuerzos de las tropas expedicionarias. Lo mismo ocurrió con los estados del sur durante la guerra de secesión, donde los corsarios sudistas adquirieron gran fama y protagonismo como el corsario a vapor Alabama.
Era frecuente que los corsarios, a veces actuasen contra piratas pillando los barcos del propio país, unas veces por error y otras para adquirir riquezas o simplemente sobrevivir. En las indias, era frecuente que todos los barcos civiles coloniales llevasen varios salvoconductos falsificados de todas las naciones que pudiesen en un momento estar en guerra contra ellos, y estar previstos para cualquier tipo de eventualidad. Además aunque no hubiese guerra cuando se zarpa, puede que se declarase al poco, y en la India las noticias tardan mucho en llegar. Los corsarios que sabían esto, enarbolaban banderas del país contrario al suyo, si el otro barco presentaba una bandera y un salvo conducto de ese país enemigo, era una presa segura aunque luego se comprobase que era falso. Esto hizo el capitán Kidd, famosísimo corsario condenado por piratería, aunque el era un pobre hombre. Le costó la horca y tener su cuerpo embreado, enjaulado expuesto a la intemperie hasta que se pudrió en el estuario del Támesis en el año del señor de 1701.
Famosos Corsarios que no piratas fueron: John Hawkins y su sobrino Drake, que pese a la meledicencia de los españoles que sufrimos sus rapiñas, nunca fueron piratas, siempre actuaron, si no con la participación y apoyo de Isabel I, si con su aprobación aunque oficialmente reprobase a Drake. Una vez decidida por la enemistad abierta con España, ya no hubo razón para ningún disimulo de su apoyo y participación como socia en sus empresas. Isabel e Inglaterra deben mucho a Drake, gracias al dinero de los corsarios, Isabel pudo armar una flota, equiparla y mantenerla, e incluso le sobró para mandar algunas tropas y armas a los rebeldes de los países bajos. La vida de estos personjes es tan rica en experiencias y sucesos que es imposible de exponer en unas pocas líneas, así que si Dios quiere, algún día tendremos una galería de famosos corsarios bucaneros y piratas, y en el próximo capítulo hablaremos algo mas de Drake.
John Paul Jones héroe nacional, al que los británicos también califican de Pirata, fue el mas extraordinario de los Corsarios de la guerra de independencia americana. Después de capturar varios buques británicos estando al mando de una balandra -pequeño barco muy veloz de un solo mastil, que en otros países se designa como corbeta (en España a los bergantines militares -dos palos- se les llamaba corbetas) o «sloop» en inglés-, fue enviado a Francia por el congreso Usa para hacerse cargo de un viejo mercante de tres palos reformado como corsario, el Bonhomme Richard. Estando patrullando cerca de las aguas inglesas cerca del estuario del Támesis, el 23 de Sep. de 1779 avistó un convoy de 41 mercantes escoltado por un buque de línea de cuarta clase de dos puentes y 50 cañones, el moderno Serapis, John Paul no lo dudó y se lanzó al ataque contra el convoy.
El capitán del Serapis abandonó al convoy y se dirigió hacia John con la intención de identificar al intruso que enarbolaba bandera británica; y una vez hechas las presentaciones, John Paul no lo dudó y después de arriar la insignia británica y enarbolar el pabellón Norteamericano, abrió fuego aunque era consciente que tendría que enfrentarse a un buque de 50 cañones contra sus 40 de menor calibre y mucho mas fuerte, protegido y con mas dotación, sin embargo no vaciló.
Sería muy prolijo narrar el combate de tres horas y media que se produjo, con sucesivos intentos de abordaje mutuos y gran heroísmo derrochado por ambas partes, así que nos limitaremos al final cuando estando los dos barcos ya destrozados, John Paul Jones armó y disparó sucesivamente un cañón de 9 libras de su barco sobre el palo mayor del Serapis. El capital de este, viendo la desolación que reinaba a su al rededor decidió que ya se había derramado suficiente sangre, y arrió sus colores; escoltado hasta el Bonhome Richard, cuando estaba entregando su espada a John Paul el palo mayor del Serapis se vino a bajo, momentos después, le era devuelta y era invitado a compartir una copa de vino. Para dar una idea de la ferocidad de la lucha, sepan que el Bonhomme tuvo que ser abandonado a los dos días.
Al capitán Pearson, una vez en Inglaterra se le formó consejo de guerra, como se hacía con todo capitán que había perdido su barco, y no pudieron encontrar ninguna falta en su actuación ni se le hizo ningún reproche; es mas por la gallardía demostrada en el combate, fue nombrado caballero. Enterado John exclamó :»¡Si tengo la buena fortuna de enfrentarme de nuevo a el, lo convertiré en un lord!». Esta acción ha perdurado en el recuerdo de los Norteamericanos a quienes lo recuerdan como al héroe que supo chamuscar las barbas de la marina mas potente del mundo.
Terminamos brevemente con un celebre corsario francés Robert Surcouf , que comenzó su carrera en 1795 actuando contra los británicos en el Índico capturando cinco mercantes comandando el Emile un pequeño barco de cuatro cañones, llegando a capturar un gran barco comercial de 26 cañones y mas de 150 tripulantes, ¡ y con solo 18 hombres!. Así prosiguió sus campañas contra los buques mercantes coloniales ingleses, con barcos muy pequeños en comparación con sus presas y con gran éxito, de forma que al terminar las guerras napoleónicas, era un hombre extremadamente rico, que sobrevivió a Napoleón y fue ennoblecido; y se le considera un héroe nacional Francés país cuyo nombre «Surcouf» siempre ostenta alguna de las principales unidades navales francesas.
Bucaneros, los hombres mas duros del mar Caribe: La colonización española nunca pudo abarcar la inmensidad de los nuevos territorios conquistados, de modo que era imposible tener presencia en todas las islas del caribe, solo se ocuparon las mayores islas, y estas incompletamente como la isla de la Española que solo estaba ocupada en su mitad sur. Por otra parte, las duras condiciones impuestas por Felipe II al comercio colonial cuyo monopolio correspondía a Castilla siendo encargada de su gestión la Casa de Contratación, primero en Sevilla y luego en Cadiz; a donde llegaban y salían todas las mercancías del nuevo mundo, lo que originó una carestía que fue suplida por los contrabandistas, -Hawkins y Drake empezaron como contrabandistas de esclavos-. Estos adquirían productos del nuevo mundo y proporcionaban a los colonos herramientas y telas mas baratas que el precio oficial.
Con el paso del tiempo, estos contrabandistas se asentaron en las islas no ocupadas por los españoles, a los que se unieron fugitivos de otras colonias, restos de colonias fallidas, aventureros y otras gentes que por diversas causas se vieron obligados a vivir en el caribe. Mientras esto ocurría, sin depredadores que limitasen su número, los animales asilvestrados huidos o de granjas abandonadas prosperaban en las zonas despobladas, de forma que había abundante comida a disposición de quien pudiese cazarla. Como necesitaban proveerse de herramientas, telas, armas y pólvora, comerciaban con la carne que cazaban y que vendían bien de contrabando o mayormente a corsarios piratas y contrabandistas para avituallar sus barcos.
De ahí viene la palabra bucanero, que deriva de la palabra arahucana «buccan» que significa una parrilla de madera verde sobre la que se ahumaba a fuego lento la carne de vacas y cerdos salvajes. La caza era la principal actividad el bucanero. Para ello estaba equipado con un potente mosquete, un par de cuchillos largos, y una espada de doble filo asegurada a un tahalí y un cinturón que corría en diagonal a lo largo de su pecho; junto con sus ropas, una camisa de lino y un pantalón de lona o tela fuerte y gruesa que nunca lavaban, y que al acumular la sangre grasas de las presas y otros desperdicios, era tan impermeable como el hule. Esto era lo que heredaban el compañero de un bucanero a la muerte de su amigo. Pues al no haber mujeres, el matrimonio se sustituía por la camaradería.
No tenían morada fija, vivían en el campo, y se reunían para cazar, y cuando sentían la llamada del mar, se enviaban mensajeros a lo largo de la costa, en embarcaciones que ellos mismos construían para viajar, contrabandear o realizar expediciones piratas. Los beneficios, se los gastaban en bebida obtenida de los barcos que avituallaban, generalmente brandy que bebían como los españoles el agua. A medida que se hacían más intrépidos y numerosos empezaron a llamarse la «Hermandad de la Costa» término acuñado hacia el 1640, que refleja la unidad con la que se veían así mismos, aliados contra el enemigo común -los españoles-, así mismo las bandas aisladas empezaron a fundirse en grupos mas grandes que se dedicaban cada vez mas al saqueo de los españoles, ya fuese en mar o en tierra.
Con el tiempo su refugio favorita fue la isla de la Tortuga, al noroeste de la Española, fácilmente defendible desde la fortificación que domina la isla, y que los españoles solo pudieron tomar una vez para abandonar en seguida. Desde aquí podían plantarse fácilmente en cualquier punto del caribe, o esperar el paso de los barcos españoles, cuyas derrotas pasaban cerca de la isla. Aunque antes de finalizar el siglo fue sustituida como eminente base pirata por Port Royal en Jamaica, de la que un día fue gobernador un famoso bucanero, Sir Henry Morgan, con mas comodidades, mejor puerto y protegido por la corona.
Pierre Legrand, acercándose a su presa al anochecer. La baja silueta de la pinaza, la hacía poco visible en el oleaje, además de ser difícil de apuntar por los cañones del galeón, mucho menos maniobrable, lo que les permitía acercarse sin ser molestados por la artillería de este, y escapar a la atención de los vigías. En esta pintura romántica, se ha exagerado la estrechez del alcazar, e incluye dos pinanzas en vez de la única de la realidad.
Por este tiempo, los tenaces bucaneros eran tan feroces, oportunistas como lobos y crueles hasta la barbarie, como veremos en el próximo capítulo. Para finalizar este capítulo y comenzar el siguiente, vamos a contar la historia del bucanero que despertó la codicia y sueños de los desheredados de europa atrayendo a un verdadero aluvión de aventureros en busca de fortunas fáciles.
Pierre le Grand, era un jefe bucanero que había salido al mar en busca de presas. Sin embargo, la suerte no le acompañaba, y después de viarios intentos fallidos y muchos días de mar, todos estaban cansados y deseosos de abandonar la aventura, cuando una tarde de 1630 avistaron un galeón español, y decidieron atacarlo. Cuando desde el galeón avistaron la embarcación de los piratas, se dio aviso al capitán, este salió al puente, vio la embarcación de los piratas y reprendió seriamente a los guardias por haberle molestado por una tontería, ¿qué podía hacer una pequeña pinanza de menos de 30tm contra un hermoso galeón que desplazaba mas de 10 veces ese peso?. Y se retiró dando orden de que nadie le molestase.
A fuerza de remar para asistir el impulso de las velas, al anochecer la pinanza -un lanchón de un solo mastil y fondo plano- se había situado debajo de la proa del galeón, y se dispusieron al abordaje; pero antes, junto con a sus 28 hombres juraron vencer o morir así que abrieron una vía de agua en su embarcación para imposibilitar la huida, e iniciaron el abordaje. Unos se dirigieron a la sala de armas del galeón apoderándose de todo el armamento portátil, aniquilando a los pocos españoles que se encontraron en el camino. Otros fueron hasta el camarote del capitán donde estaba jugando a las cartas con los oficiales, que quedaron tan sorprendidos por la irrupción de los piratas que alguien gritó con asombro ¡Bendito sea Dios!¿son demonios?.
Le Grand consiguió un botín que los cronistas de aquel tiempo lo calificaron de magnífico, no se sabe mucho mas de el, pero parece que después de repartir el botín la mayoría regresó a sus países de origen donde vivieron en la opulencia, difundiendo historias de las riquezas del nuevo mundo y la facilidad con que un puñado de hombres intrépidos y valientes eran capaces de apoderarse de tesoros fabulosos.