He177 preparado para la guerra atómica

A principios de Octubre de 1944 el periodista italiano Luigi Romersa, ya famoso por su reportaje sobre la liberación de Mussolini efectuada un año antes por tropas especiales alemanas, recibía del Duce una misión extremadamente importante: viajar a Alemania con objeto de informarle de los avances realizados en el Tercer Reich en el campo de las armas secretas.

Test atómico en la Isla de Rügen.

A principios de Octubre de 1944 el periodista italiano Luigi Romersa, ya famoso por su reportaje sobre la liberación de Mussolini efectuada un año antes por tropas especiales alemanas, recibía del Duce una misión extremadamente importante: viajar a Alemania con objeto de informarle de los avances realizados en el Tercer Reich en el campo de las armas secretas.

El periodista fue llevado a visitar las instalaciones subterráneas de Turingia, las rampas de lanzamiento de las todavía desconocidas V-2, y lo que seria más importante: una prueba de la bomba atómica alemana totalmente operativa.

En varios artículos escritos desde 1947 en prestigiosas revistas militares europeas, el periodista Luigi Romersa declaró ser testigo de una prueba nuclear alemana el 12 de octubre de 1944 a las 11:45 AM en la isla de Rügen, en el mar báltico y próxima a la base de Peenemunde, donde se realizaron la mayor parte de las investigaciones sobre cohetes.

La magnitud de la explosión atómica fue captada fotográficamente desde varios lugares de la costa báltica, y la onda sísmica provocada por la detonación fue detectada en la distante Estocolmo.

Dos meses después, el 16 de Diciembre de 1944 un entusiasmado Mussolini pronunciaría su ultimo discurso publico ante miles de fascistas en el teatro lírico de Milán, anunciándoles el inminente ataque germano contra las principales ciudades aliadas, un ataque definitivo con bombas y cohetes de potencia extraordinaria, bombas con capacidad de destruir ciudades enteras en un instante.

El 20 de Abril de 1945 Mussolini volvería a hablar de las bombas atómicas alemanas. Llama al periodista G.G. Cabella, antiguo amigo y director del periódico «il popolo d´Alessandria«, y le dicta el que seria después considerado como «testamento político» del Duce. Mussolini afirma con rotundidad en la entrevista que los alemanes tenían ya tres bombas terminadas, y que su uso puede suponer un vuelco de la situación.

Al menos un documento oficial desclasificado hace referencia a la prueba de Rügen: El 24 de enero de 1946, un piloto de la Flak antiaérea alemana llamado Ziesser es interrogado por el capitán Helenes T. Freiberger de la inteligencia americana. Dicho piloto hace una descripción detallada del lugar y momento del test nuclear, que coincide exactamente con el informe de Romersa.

Jonastal III C: La fortaleza subterránea de Turingia

La sospecha de que los alemanes estaban consiguiendo resultados en la investigación nuclear provocó, a finales de 1944, un incremento exponencial de los ataques de la aviación aliada, con objeto de desbaratar la maquinaria bélica alemana.


Pero los aliados desconocían donde estaban las famosa factorías secretas, así que procedieron a un bombardeo sistemático de todo el territorio alemán, incluyendo cualquier objetivo militar y también civil. Pero la industria secreta nazi estaba fuera del alcance de las bombas aliadas: se encontraba a muchos metros de profundidad en la montañosa región de Turingia donde interminables túneles alimentaban el trabajo de cientos de miles de obreros encargados de dar forma a los sueños más arriesgados de Hitler.


Solo en la gigantesca instalación Jonastal S III trabajaban y malvivían más de treinta mil obreros en una ciudad subterránea de veinticinco kilómetros de longitud. Más tarde los rusos ocuparían esas ciudades subterráneas, ubicadas precisamente sobre los ricos yacimientos de uranio del sudeste de Alemania, y crearían desde 1946 la compañía rusa WISMUT, que durante los 40 años siguientes llegaría a fabricar más de 200.000 kilos de uranio enriquecido U235 destinados a equipar el arsenal soviético de bombas atómicas. Posteriormente las minas y ciudades subterráneas serian dinamitadas, y aun hoy el acceso a la zona sigue estando terminantemente prohibido por las autoridades de la reunificada Alemania.

Un He177 preparado para la guerra atómica

En las factorías Skoda en Praga, Chekoslovaquia, se preparó oficialmente un misterioso avión, el Heinkel He 177-A5 Greif prototipo V38 dotado de un sistema de bombardeo a gran altitud, inusual en la Luftwaffe, y equipado también con un complejo sistema externo de enganche de bombas, protección anti-radiación, un sofisticado equipamiento electrónico y una estructura de operación muy similar a la que equipaba al americano B-29 Enola Gay, que en Agosto de 1945 lanzó la bomba atómica de Hiroshima.


Dicho He177 modificado ha levantado siempre dudas respecto al alcance del programa nuclear alemán entre los historiadores y los aficionados a la historia de la aviación. El alcance de vuelo de dicha versión modificada del He 177 era superior a los 6500 kilómetros, con una carga útil de cinco toneladas en bombas. Suficientes prestaciones para llegar a Nueva York, ciudad situada a una distancia prácticamente equidistante, desde el centro de Europa, a la remota y deshabitada región siberiana de Tunguska. En el último plan de vuelo de aquel He177 figuraba un viaje al aeropuerto militar de Kristiansand, en Noruega.

La misteriosa explosión de Tunguska

El 30 de Junio de 1908 un gran meteorito cruzaba los cielos de Siberia central. Su impacto fue visible en muchos kilómetros a la redonda, y aparentemente sus efectos provocaron extraños sucesos luminosos en todos los cielos del mundo y quedo también registrado en los sismógrafos de Londres.


Aunque hay quien asigna el fenómeno de la luminosidad a la explosión del volcán peleano de Colima en México, ocurrida también en 1908. Ese año fue especialmente activo, con numerosas erupciones volcánicas y grandes terremotos como el de Messina en Italia. también parecen existir errores graves de datación de todos esos registros, que no tienen en cuenta la diferencia de varias semanas entre el calendario gregoriano occidental y el usado entonces por los rusos.
Casi veinte años después, un misterioso explorador ruso con aspecto digno de un casting de Hollywood, Leonid Kulik, organiza en 1927 una expedición en busca del meteorito siberiano, cuyo lugar de impacto nadie había visto ni localizado hasta entonces. 1927 es también el año en que Stalin asume la totalidad del poder soviético.


Es un mal año para hacer ciencia: tras una dura y larga guerra civil, nadie puede moverse libremente en la Unión Soviética, a riesgo de terminar pereciendo en algún lugar. Pero finalmente Kulik montado en su trineo y atravesando la impracticable y densa tundra boscosa siberiana (aun hoy solo es posible ir en helicóptero), encuentra milagrosamente un remoto valle arrasado por el efecto de una gigantesca explosión.


Y es el primer ser humano en ver aquel espectáculo. No hay cráter de meteorito, pero en un radio de varios kilómetros solo hay los restos de miles de árboles derribados por una fuerza brutal. Posteriores expediciones en los años treinta y cuarenta realizan algunos reportajes fotográficos aéreos del evento, y en 1946 un científico ruso, Alexander Kazantsev, escribe un libro contando por primera vez la historia del explorador Kulik y atribuyendo la causa del fenómeno a «la explosión atómica de una nave extraterrestre» .


No existe documentación publicada anterior al año 1946 referente al fenómeno de Tunguska ni dentro ni fuera de Rusia. Solo algunas notas de los diarios de 1904 a 1910 reportando la visión de la caída de varios meteoritos perdidos en aquella remota y despoblada región de Siberia.


Hasta aquí la historia oficial, que durante las últimas cinco décadas ha traído en jaque a astrónomos, geólogos y un descomunal ejercito de ufólogos y parapsicólogos con la misión de explicar lo inexplicable. Pero la realidad pudo fácilmente ser otra: En 1946 Stalin se encuentra en el máximo apogeo de su poder: ha ganado una guerra, ha eliminado a todos sus enemigos, como León Trotsky, borrando toda huella de su existencia, falsificando incluso las fotografías que construyen la historia soviética. 1945 – 1946 es también el año en que los americanos empiezan a enviar sus aviones espía sobre el territorio de su antiguo y ahora preocupante aliado comunista.

En 1945, a Stalin le apetece muy poco que los americanos descubran Tunguska, una enorme muestra de la vulnerabilidad de su imperio soviético: La huella del ataque con una bomba atómica realizado por los alemanes el 23 de Febrero de 1945.

La Hiroshima Siberiana

Hiroshima, 6 de agosto de 1945: a setecientos metros de altura ( el llamado «ground zero point»), estalla un ingenio capaz de destruir toda una ciudad. Con la luminosidad de mil soles, la deflagración arrasa y volatiliza todo en un radio de un kilómetro y medio. Su onda de choque destroza en segundos cualquier ser o cosa incluida en el interior de un círculo de ocho kilómetros de diámetro.


Bajo el epicentro de la explosión, los árboles permanecen milagrosamente de pie, al llegarles verticalmente la onda de choque. Igual que en Tunguska, donde los árboles del epicentro permanecen aún en pie a pesar de las décadas pasadas.
La explosión de Tunguska es también parecida a la de Hiroshima en la cota de explosión: la topología de la zona y el mapa del efecto muestran que la catástrofe es parada por un monte con una altura de apenas seiscientos metros sobre el fondo del valle: el hipotético «meteorito» o el «ovni» de Tunguska explotó a unos 600 metros de altitud. La de Hiroshima explotó a 565 metros.


El radio de destrucción total es de un kilómetro y medio, aunque aún es posible rastrear los efectos de la onda de choque a más de diez kilómetros de distancia.


El incendio posterior al fenómeno multiplicara por treinta el área destruida, lo que a la postre provocará que muchos especialistas imaginen una explosión miles de veces más fuerte que la de Hiroshima, similar a una bomba de Hidrogeno. Es una exageración: una explosión así habría volatilizado los árboles del epicentro, no habría quedado rastro alguno de ellos. Se trataba pues de una explosión de unos 20 kilotones, como en Hiroshima.


Todas las investigaciones realizadas en los últimos cincuenta años apuntan a una hipótesis imposible en 1908: Una explosión nuclear.


Pero todos sabemos que en 1908 no había bombas atómicas, aunque si hubo una notable actividad de meteoritos y cometas en la zona, acribillada durante siglos por cráteres de impactos reconocibles, distintos a Tunguska en todos los aspectos. De ahí que haya que recurrir a estrambóticas explicaciones sobre naves extraterrestres o desintegración de cometas.


Todos los especialistas discuten el origen de la explosión, pero nadie pone en duda el hecho de que la explosión de Tunguska ocurriera realmente en 1908. Es muy probable que el poco fiable pero inteligente Stalin nos haya engañado una vez más con la fecha de nacimiento del fenómeno Tunguska, falsificándolo en más de 40 años. No hay documento alguno publicado, anterior a 1945, que hable o se refiera a dicha explosión, en ningún idioma, incluido el ruso. Los supuestos estudios de 1930 atribuidos a FJW Whipple , de la Royal Meteorological Society de Londres, hacen referencia a grandes meteoritos caídos en Siberia a principios de siglo, que nada tienen que ver con Tunguska.

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