Alemania desarrolló hacia el final de la guerra armas que seguro que habrían decantado el curso de la Segunda Guerra Mundial
El Proyecto Atómico Nazi
La historia oficial
En su wagneriana caída, el tercer Reich mantiene el ánimo combativo de millones de alemanes con una promesa: la existencia de WuWa, la WunderWaffen, un «arma maravillosa» definitiva que cambiará para siempre el rumbo desfavorable de la guerra. Simultáneamente desde 1942 se desarrolla en Estados Unidos un esfuerzo industrial y científico sin precedentes: el llamado «proyecto Manhattan», destinado a crear la bomba atómica.
Estados Unidos sabe que Alemania tiene los técnicos, los científicos y el poder industrial necesario para abordar la fabricación de la bomba atómica, pero aparentemente desconoce el grado de desarrollo atómico del régimen nazi. La guerra transcurre, y a excepción de los ataques efectuados por los cohetes V-1 y V-2, y de los aviones a reacción Me-262, no hay rastro de las anunciadas armas definitivas alemanas.
Vergeltungswaffe Eins (V-1)
Longitud: 8,2 m
Envergadura: 5,5 m
Peso: 2.200 Kg
Velocidad: 640 Km/h
Detonación: 3.400 Newtons
Alcance: 250-320 Km
Ensamblaje: placas de acero y madera contrachapada
Combustible: petróleo de bajo octanaje
Tiempo de construcción: 550 horas
Fabricante: Fieseler Werke
(carcasa)Argus Motoren(motor)
Vergeltungswaffe Zwei (V-2)
Longitud: 14 m
Diámetro: 1,7 m
Peso: 12.800 Kg
Velocidad: 6000 Km/h
Cabeza balística: 730 Kg
Alcance: 350 Km
Altitud: 70 Km
Combustible: alcohol y oxígeno líquido
Margen de error al hacer blanco: radio de 8 Km
Fabricante: Ejército alemán
MESSERSCHMITT ME 262 “SCHWALBE”
Tripulantes: 1
Altitud: 37.500 pies.
Vista desde la cabina: Buena.
Blindaje: Liviano.
Armamento: 2 X 30 mm. MK 108 N5.
2 X 30 mm. MK 108 N7.
A principios de 1945 el colapso del ejército nazi es inminente, sus comunicaciones y suministros han quedado destruidos y en mayo el fin llega tras el suicidio de Adolf Hitler. Un comando especial del servicio de inteligencia americano, al que se conoce como «ALSOS», se encarga de investigar y recopilar cualquier información referente al programa de la hipotética bomba atómica nazi.
Finalmente el comando encuentra, escondido en una gruta excavada bajo una iglesia de Haigerloch, el reactor experimental B-VIII, un tosco recipiente de agua pesada, con un par de inservibles reactores sumergidos en su interior. Samuel Gouldsmit, jefe de la operación «ALSOS», es tajante en sus conclusiones: el proyecto de la bomba atómica de Hitler fue un mito creado para someter la voluntad de millones de alemanes a una resistencia sin esperanza en una guerra suicida . La prometida WuWa no existió jamás.
Los planos de las nuevas armas
Farm Hall: Los científicos alemanes hablan
Uno de los objetivos principales de la operación ALSOS era capturar a aquellos científicos alemanes que podían haber jugado un papel considerable en el desarrollo del hipotético programa atómico nazi. Sin demasiado esfuerzo, son encontrados Heisenberg, creador del principio de incertidumbre y premio Nóbel de Física, y Otto Hahn, descubridor en 1938 de la fisión nuclear, clave para el futuro desarrollo de la bomba atómica.
También son detenidos Kurt Diebner y Walter Gerlach, principales responsables políticos del «uraniorum», el programa «oficial» de energía nuclear alemán, con sede en la llamada «Virus House» de Berlín. Poco después de la guerra, el puñado de científicos capturados son internados en una casa de campo equipada con micrófonos, a la que se conoce como «Farm Hall».Allí se observan atentamente las reacciones y conversaciones de los sabios, con objeto de conocer en profundidad el estado de las investigaciones nucleares durante el tercer Reich.
Se obtienen algunos datos: en 1942, se reúnen en Berlín Heisenberg y Albert Speer, entonces flamante ministro de armamento del Reich, en sustitución del recientemente fallecido Dr. Todt. Heisenberg le comunica a Speer que no es posible técnicamente una bomba atómica en un plazo inferior a tres o cuatro años, y que solo es interesante y practico un esfuerzo orientado al desarrollo de un reactor nuclear que permita la propulsión de submarinos. En consecuencia Albert Speer otorga al grupo de Heisenberg la escasa cantidad de dos millones de marcos, cifra veinte veces superior al ridículo presupuesto inicial solicitado por el propio Heisenberg. Después de tres años, los resultados de dicha investigación nuclear son prácticamente nulos. No hay reactor, no hay bomba. Tan solo un ciclotrón que es rápidamente incautado por los rusos en su avance hacia Berlín, y un reactor no operativo en el pequeño pueblo de Haigerloch.
Cuando el 6 de agosto de 1945 les es comunicada la explosión de la bomba atómica de Hiroshima a los retenidos en Farm Hall (Reino Unido), la incredulidad y sorpresa de los alemanes es absoluta.
Todo quedara reflejado finalmente en un libro escrito por el propio Samuel Gouldsmit: «Myths around the german atomic Bomb», en el que se concluye que la investigación científica y tecnológica era inviable en la tiránica Alemania nazi, y que dicho avance solo es posible en los países que se ajustan a los esquemas de la democracia liberal angloamericana. Punto final.
Los recortados poderes de Speer
Para comprender la complejidad y misterio de la existencia de un posible programa atómico nazi, es necesario entender primeramente los mecanismos de poder que se establecían en el tercer Reich: Adolf Hitler era el jefe supremo e indiscutible de Alemania, y era extremadamente difícil determinar quien podía ser, algún día, su sucesor en el cargo. En la Alemania nazi no había segundo de a bordo, no había un verdadero paladín.
Desde antes de la ascensión de Hitler al poder hubo violentas luchas internas en el partido nacional socialista, con objeto de acaparar el control no solo de los mecanismos para el beneficio propio de cada contendiente, sino para una posible futura herencia del poder total en la cabeza del Reich. Mucho se ha criticado la ineficacia de la investigación de guerra nazi, al provocar que muchos proyectos con un objetivo aparentemente común se desarrollaran en paralelo y sin ninguna colaboración mutua.
La inmensa variedad de tipos de armas, aviones, tanques e incluso ejércitos y uniformes, produjo una fértil competencia entre las diferentes partes de la maquinaria de guerra nazi, dando lugar a un increíble avance tecnológico en todos los ordenes y actividades, sobre todo si los comparamos con las pobres y conservadoras innovaciones realizadas por los aliados, siempre preocupados en copiar mediante el masivo uso de organizaciones de espionaje las invenciones realizadas en la Alemania nazi, aunque a la postre dicha variedad técnica fuera finalmente uno de los factores de más peso en la derrota final del Reich, provocando un derroche prohibitivamente caro de los recursos disponibles.
Albert Speer no se libro de la mecánica de funcionamiento del régimen, y en su labor como ministro de armamento sus atribuciones se encontraban fuertemente limitadas a garantizar a la industria de guerra alemana las materias primas, la energía y la mano de obra necesarias para que el motor siguiera en marcha.
Speer permaneció desde 1943 totalmente ajeno a la verdadera naturaleza del programa de cohetes, que dependía desde ese año de la estructura de las SS de Himmler, con quien Speer mantenía una mutua y profunda enemistad personal. Jamás hubo intercambio alguno de información entre ambas partes, a excepción de los requerimientos imprescindibles para la entrega de materias primas. En sus memorias Speer consideraba que el programa de cohetes V-2 era una total estupidez, un capricho más de la compleja fantasía geopolítica de Hitler, aunque el propio Speer lo había apoyado mientras estaban las V-2 bajo el control del ejercito.
Como resultado del escepticismo de Speer, Hitler desde 1943 no le comentaba a éste nada sobre el programa de investigación sobre cohetes, ya que el führer conocía por anticipado la respuesta de Speer . Igual ocurrió con el programa de aviones secretos a reacción, dependientes por entero de la Luftwaffe de Goering, con quien Speer mantenía a su vez una relación tensa. Speer llegó a presenciar el despegue de una V-2, pero aun después de la guerra Speer permaneció absolutamente ignorante respecto a los proyectos de bombarderos intercontinentales a reacción, como los Horten XVIII o el Arado E 555, así como desconocía la mera existencia de los aviones caza de despegue vertical como el Focke-Wulf Triebflugel o el Natter.
Incluso las V-1, construidas por la Luftwaffe de Goering, y las V-2, dependientes del ejército y luego de las SS, crecieron y se desarrollaron de forma separada y en competencia. Quien piense en una estructura de mando estratificada y unitaria en la dirección de armamentos al estilo de lo que ocurría entonces en los Estados Unidos, en Inglaterra o en Rusia, una estructura que estuviera bajo el control total de Albert Speer, se equivoca: solo Hitler estaba en conocimiento de la totalidad de las acciones y proyectos que se realizaban en su Reich, información valiosísima que el führer no dudaba en usar y administrar para fomentar una dura competencia entre los diferentes grupos y reforzar su poder personal.
Por eso la muerte de Hitler significó la desaparición instantánea de la estructura política del nazismo, a pesar de que el apoyo social a dicha ideología era extremadamente fuerte entre la población alemana, aún muchos meses después de la derrota militar. Por ultimo el atentado del 20 de Julio de 1944 contra Hitler supuso otro duro revés para el poder de Speer: aunque nunca se demostró su participación directa en el complot, su nombre figuraba en el futuro gobierno de los golpistas. Solo la intervención personal de Hitler evitó su encarcelamiento y juicio por alta traición.
Heisenberg, el «judío blanco»
Tal y como puede leerse en el libro de Samuel Goudsmit, en las memorias de Heisenberg y en numerosas declaraciones hechas tras la guerra, Heisenberg nunca trabajo en el proyecto de una bomba atómica alemana. Tal circunstancia era un imposible en la Alemania nazi. El prestigio del premio Nóbel era grande en Alemania, pero todos sabían que el famoso científico era también el antiguo amigo y compañero de Einstein, de Niels Bohr, o de Lise Mietner, todos ellos embarcados en el ambicioso proyecto Manhattan americano.
El régimen nacional-socialista desconfiaba de Heisenberg, a quien los dirigentes nazis llamaban «el judío blanco», como también desconfiaban de los físicos teóricos en general, por considerar que la física atómica se había convertido en un asunto de «ciencia especulativa», «ciencia judía», inútil al desarrollo práctico de soluciones militares de uso inmediato. El tercer Reich era esencialmente un régimen pragmático, basado en la ingeniería y la tecnología, y la totalidad de sus desarrollos críticos estaban en manos de ingenieros, no de científicos.
El descubridor de la fisión nuclear en 1938, Otto Hahn, también estaba descartado para encabezar el programa de un arma nuclear para Alemania. Hahn era un pacifista radical, que mostraba una fuerte oposición al desarrollo de cualquier tipo de armas, tras haber colaborado durante la primera guerra mundial en la producción de armas químicas y gases, circunstancia que le dejo profundamente marcado para el resto de su vida. Tanto el ejército como las SS consideraron que era peligroso forzar a Hahn a construir la bomba atómica, ya que temían que este falsificara o boicoteara íntimamente el desarrollo del programa nuclear militar.
Trabajo en paralelo: tres proyectos atómicos nazis
Al menos tres grupos de trabajo sobre el proyecto atómico se estaban desarrollando simultáneamente en la Alemania nazi: el oficial, financiado por el propio ministro Albert Speer, y que bajo la dirección de Walter Gerlach y Kurt Diebner incluía también a Werner Heisenberg y a Otto Hahn . Su trabajo estaba orientado a la física teórica pura, sin conexión directa con el esfuerzo militar alemán, salvo para la creación a largo plazo de un reactor para motores submarinos.
Tal como reflejan los diarios de Speer, un segundo grupo lo constituía el ministro de Telecomunicaciones, Dr. Ingeniero Wilhem Ohnesorge, en colaboración con la Wehrmacht y posteriormente con las SS, tutelando el trabajo del famoso físico Baron Von Ardenne, quien desarrollaría la separación del uranio enriquecido 235 mediante una técnica de centrifugación del hexafluoruro de uranio en sus laboratorios subterráneos de Berlín. Este grupo firmaría un contrato con la compañía Auer, en donde otro ingeniero llamado Nikolaus Riehl inventaría un sistema de refinado rápido del oxido de uranio.
Un tercer grupo, comandado por el eficaz general Kammler y controlado por las SS, colaboraba con la Luftwaffe en la creación de un programa nuclear independiente, en el que obtendrían resultados operativos a mediados de 1943. Dicho grupo trabajaba con un grado extremo de secretismo, y a partir de 1943 se fusionaría con el proyecto nuclear del Reichpost de Ohnesorge. Ese mismo año las SS se harían con el emporio industrial húngaro «Arden-Weiss», donde se montarían todas las bombas atómicas nazis.
General Kammler: las SS se quedan con los proyectos Wunderwaffe
A raíz del atentado del 19 de Julio de 1944 contra Adolf Hitler, la totalidad de los proyectos considerados como alto secreto son absorbidos por las SS, en un proyecto finalmente unificado bajo el mando del general Kammler. Seria este general el que arrebataría al ejército no solo el proyecto nuclear WuWa, sino también el control del programa de cohetes V-2 y los futuros A-9 y A-10 de misiles intercontinentales. Poco se sabe del General – Ingeniero Hans Kammler, salvo que vivía en el mismo edificio que el Baron Manfred Von Ardenne, y que visitaba frecuentemente los laboratorios subterráneos de Von Ardenne situados en los sótanos anti-aéreos de ese mismo edificio.
Kammler sustituiría a Speer en muchas áreas de la organización de trabajo Todt, y desarrollaría un sistema administrativo paralelo al estado, totalmente computerizado. Construiría a espaldas del ejército y del ministerio de armamento las fabulosas instalaciones subterráneas de Turingia, en donde también se localizaban el grueso de las minas de uranio de Alemania y Checoslovaquia.
Tras la guerra, el General Dr. Hans Kammler desapareció sin dejar rastro. Aunque según informes de la CIA desclasificados recientemente, existen indicios suficientes de su supervivencia tras la guerra y de su participación, con otra identidad, en el programa nuclear ruso a partir de 1945.
El brillante Baron von Ardenne
Es inútil buscar en una enciclopedia occidental alguna información sobre el Baron von Ardenne. Sin embargo, en la extinta Alemania oriental era una especie de Edison a la alemana. Cientos de calles, colegios y edificios públicos llevan aun hoy su nombre. Von Ardenne, prolífico inventor alemán, adquiriría fama mundial antes de la guerra gracias a sus descubrimientos en el terreno de la emisión televisiva, desarrollando el sistema de transmisión de las olimpiadas de Berlín de 1936.
Durante la guerra inventaría el microscopio electrónico y los visores nocturnos de infrarrojos, así como los fusibles infrarrojos para explosivos que fueron finalmente usados para implosionar bombas como la de plutonio lanzada en Nagasaki.
Von Ardenne fue clave para el desarrollo del sistema de separación de los isótopos U238 y U235 mediante súper centrifugadoras. Tras la guerra seria entregado a los rusos por el general Kammler, desarrollando el programa nuclear soviético dentro de la empresa ruso-germano-oriental WISMUT, localizada en Turingia. Más tarde trabajó en el Instituto para la separación industrial de isótopos (SUCHUMI) en la Unión Soviética.
Desde 1955 fue fundador y director del instituto de investigación germano oriental de Dresde de lucha contra el cáncer, donde desarrolló un sistema de tratamiento de tumores por radiación atómica. Von Ardenne murió el 26 de mayo de 1997. Su compañía aun existe y es clave para la economía de la antigua Alemania oriental.