Cuando Italia hubo declarado la guerra a Gran Bretaña, las posesiones del susodicho país en África parecieron en grave peligro.
Al menos sobre el papel, los italianos amenazaban Egipto (Suez) desde Libia, amenazaban la Somalia Británica y Kenia desde Etiopía, y desde las bases en el Dodecaneso a las posesiones británicas en Palestina y Oriente Próximo, ya de por sí «revoltosas». Pero como de costumbre, la amenaza era puramente teórica y el día de la declaración de guerra por parte de Italia, no se produjo ninguna acción militar impactante ni efectiva, cosa que no dejó de asombrar a unos británicos que ya habían asumido la pérdida de Malta y esperaban una invasión inminente. Todo esto permitió a Gran Bretaña reforzar sus territorios amenazados gracias a las fuerzas del África Central enviadas por puente aéreo.
A pesar de todo las fuerzas italianas en el Norte de África son abrumadoramente superiores a las británicas. En Libia el mariscal del aire Italo Balbo comanda dos cuerpos de ejército: el V a las ordenes del general Gariboldi, compuesto por ocho divisiones, cuenta con 500 piezas de artillería de medio calibre y 2200 «carros de combate» (por llamarlos de algún modo) acamapadas en la frontera tunecina. El otro cuerpo de ejército, el X, mandado por el general Berti, cuenta con 5 divisiones, 1600 piezas de artillería, 1000 tanques y 194 carros ligeros. El ejercito italiano además tiene un contingente aéreo de 315 cazas y bombarderos. En total Italo Balbo cuenta con 221000 hombres entre soldados y oficiales, contra estas desorganizadas fuerzas se enfrentan 40000 ingleses, pero con una fuerza aérea equivalente a la italiana y carros de combate modernos, aunque sus reservas de tropas son inexistentes.
Para mayor extrañeza de los acontecimientos acaecidos tras la declaración de guerra a los aliados, Italia sólo inicia una ofensiva, la alpina, y es nula en cuanto a resultados. Para los italianos esta operación sería la más lógica, pero no era suficiente en cuanto a lo que sus enemigos esperaban (el minado de Suez, ataque a Alejandría, ofensiva en Libia, ocupación de Malta…) Pero lo que colma el vaso es que ¡los británicos atacan en Libia!. Por esas fechas el único que está planeando algo es Italo Balbo, el más dinámico de los comandantes. Después de conocer los planes de Balbo, Badoglio le informa que no se tiene que preocupar de los franceses y le anima a que ataque el día 15 de Julio, pero Balbo muere aquel mismo día derribado su avión ¡por su propia artillería anti-aérea! en Tobruk.
Le sucede en el mando Rodolfo Graziani, un hombre indeciso, cauto e insatisfecho, experto en guerras coloniales (campaña de Tripolitania) Dada su forma de pensar, no ceja en su intento de convencer a sus superiores de lo bisoño de sus tropas y es reacio a comenzar el día 15 la ofensiva, pero al final decide que sus tropas avanzarán, pero no más allá de Sollum. Pero esto a Badoglio le parece insignificante y le permite a Graziani retrasar el ataque hasta la entrega del material necesario para un avance más profundo. Mientras tanto los británicos no cejaban en su empeño de hostigar a las tropas italianas mediante sus incursiones con carros de combate y elementos mecanizados, daños que por cierto fueron durísimos, pues aislaban a unidades de infantería y las aniquilaban, cortando de paso muchos puntos de abastecimiento, de una forma tan ágil que los italianos no tenían capacidad de respuesta inmediata. Estas incursiones, de hecho obligaron a los italianos a abandonar las plazas de Sidi Omar y Magdalena debido a su indefensión ante los carros británicos.
Al día siguiente a las anteriores retiradas, son aniquilados los doscientos defensores de Capuzzo, la primera agrupación líbica se retira a Bardia para ser relevada. El contraste entre los métodos de italianos y británicos es ya enorme, mientras los británicos llevan a cabo una guerra «naval» aplicada a los medios terrestres en cuanto al avance y al retroceso, los italianos pierden cantidades crecientes de hombres y material defendiendo posiciones estáticas y franjas de desierto.
El 19 de agosto Graziani es presionado por Mussolini para lanzar una nueva ofensiva general para aplastar a los británicos antes de la «inminente» invasión alemana de las islas británicas. Graziani, que carece completamente de audacia, responde al Duce que carece de medios motorizados suficientes (algo realmente muy cierto no obstante) y le ruega que le permita retrasar el ataque hasta octubre, pero para Mussolini esto resulta inaceptable y le ordena que ataque el 9 de septiembre o sería relevado.
El 13 de septiembre, después de un violento bombardeo por parte de la artillería del XXIII cuerpo de ejército y de la aviación , las columnas italianas atraviesan de nuevo la frontera egipcia. Pronto se detiene el avance por orden de Graziani, pues las líneas de abastecimientos están al límite. Comienza más tarde un ligero avance de los italianos que apenas encuentra resistencia, pero de repente los británicos «desaparecen». Ante el aparente derrumbe británico Graziani ordena aumentar la velocidad de la marcha, perdiendo cantidades significativas de vehículos en las pistas minadas de Sollum y Halfaya, aunque los británicos aún no efectúan verdaderos contraataques. Los italianos ven frustrados sus intentos de destruir a los británicos en retirada y sólo consiguen tomar Sidi-el-Barrani. La operación había sido un auténtico «golpe al vacío» . A pesar de las pocas bajas (91 muertos) los italianos no están eufóricos en absoluto, pues aún no han luchado con los británicos y saben que son inferiores en maniobra respecto a ellos. Y lo que es peor es que la invasión de las islas británicas no se ha llevado a término. Esto es un duro golpe a las esperanzas de los militares italianos, pero Mussolini, totalmente refractario al pensamiento estratégico, se muestra contento, porque así el éxito italiano será aún más vistoso.
Durante las operaciones del verano de 1940 en el Norte de África, como he descrito, el ejército demostró que era táctica y logísticamente incapaz de una guerra de alta intensidad. Y además demostró la nula iniciativa de los militares italianos a la hora de maniobrar. Recordando una vieja canción podríamos decir, en honor a la verdad: Egipto no es Abisinia.