A comienzos de enero, cuando los sitiados de Stalingrado todavía no han perdido por completo la esperanza de una liberación.
La situación de los ejércitos alemanes en Rusia es la siguiente:
El mariscal de campo Friedrich von Paulus (izquierda), tras su rendición en los grandes almacenes Univermag, en Stalingrado. Su ayudante, Wilhelm Adam, a la derecha.1. El grupo de ejércitos A se sigue encontrando en el Cáucaso. Las distancias que le separan del cuello de botella de Rostov alcanzan 400 km para el XVII ejército y 700 km para el 1 Panzerarmee.
- Después de haber fracasado en su intento de desbloquear Stalingrado, el IV Panzerarmee desarrolla una batalla defensiva al sur del Don. Todavía se encuentra a 400 km al este de Rostov.
- Sus victorias de diciembre en el Don y en el Chir han llevado a los soviéticos al curso inferior del Donets. Se encuentran, pues, a 70 km de Rostov; seis veces más cerca que los soldados de Hoth y diez veces más cerca que los soldados de von Mackensen, nuevo jefe del 1 Panzerarmee.
- Existe, al oeste de Rostov, otro cuello de botella: los pasos del Dniéper en Dniepropetrovsk y en Zaporozhie. Desde sus posiciones de la región de Vorónezh, los soviéticos están a 350 km solamente, contra 700 y 1000 km para los IV y 1 Panzer.
- En el resto del frente, los alemanes no encuentran tregua. Violentos ataques se suceden alrededor de Rzhev, de Demiansk y de Leningrado. En consecuencia, es extremadamente difícil retirar tropas del centro y el norte para enviarlas al sur.
Durante el invierno 1941-1942, la Wehrmacht había estado en peligro sobre todo por la violencia del clima, que congelaba y paralizaba a un ejército hecho para la guerra móvil en las regiones templadas de Europa. En 1942-1943, el clima sigue ahí, con los sufrimientos que impone a las tropas y los obstáculos que opone al mando. Pero el clima ya no es más que una consideración accesoria en el peligro mortal en que se encuentran los ejércitos alemanes: la causa esencial es la situación estratégica creada por la desmesura y el ilusionismo de Hitler.
Su terquedad le ha hecho perder un ejército. Frente a un adversario valiente, maniobrero, superior en número, exaltado por sus éxitos, ¿ logrará salvar a los demás, o asistirá al derrumbe total de la Wehrmacht?
El 28 de diciembre, Hitler se ha decidido al fin a replegar el grupo de ejércitos A. Sin embargo, en su ánimo, no se trata de renunciar al Cáucaso y volver a llevar lo más rápidamente posible todas las fuerzas de von Kleist a la región de Rostov, como pedían Zeitzler y Manstein. La orden precisa que el movimiento tendrá lugar paso a paso, schrittweise, y fija sus límites: Mortovskoia, Armavir, Salsk. Hitler piensa
guardar, desde el Cáucaso al Don, un «balcón» de 200 km de ancho, desde donde espera poder lanzarse otra vez a las presas que debe abandonar momentáneamente.
Durante todo el mes de enero, la evacuación de las regiones precaucasianas continúa. Las inmensidades que han atravesado en el horno de agosto, los soldados alemanes vuelven a atravesarlas bajo los mordiscos del invierno. La orden de salvar todo el material, la necesidad de evacuar a los heridos, la pobreza de las comunicaciones, frenan la retirada. El 1 ejército blindado pide un alto de veinticinco días junto al Kuma para cubrir la partida de 155 trenes. Felizmente para los alemanes, la persecución se lleva con una torpeza que costará disgustos a los generales que la mandan. El XVII ejército escapa sin grandes dificultades hacia Krasnodar, y el 1 Pz. A. puede privarse del 40 cuerpo blindado para reforzar al ejército Hoth.
A éste le incumbe una tarea dificil: mantener abierto el pasillo de Rostov, vía de evasión del grupo de ejércitos A. Los ejércitos soviéticos LI, II y XXVIII convergen hacia él. El 7 de enero, una avanzada blindada rusa llega a 40 km de Rostov y está a punto de capturar al mariscal von Manstein en su C.G. de Novocherkask. Hoth hace frente a la situación con la sangre fría sonriente que le da una fisonomía particular entre los generales alemanes. Se repliega lentamente hasta el valle del Mánich, límite de Europa y Asia, cuyo franqueo fue celebrado por la propaganda alemana el verano anterior.
Al norte de Rostov, los destacamentos de ejército Hollidt y Fretter-Pico se consolidan sobre el Donets. El VIII ejército italiano cubre luego 200 km, entre el Donets y el Don, pero los dos cuerpos de ejército, vencidos en diciembre, son casi ficticios, y un tercero, aunque lleve el nombre de 24 Panzer Korps, compuesto de una amalgama de restos alemanes e italianos, no tiene una sola unidad blindada. El cuerpo alpino, que no fue atacado, guarda el Don desde Kalitva a Balka, donde comienza el II ejército húngaro. Este, con una fuerza de tres cuerpos, al mando del general Jany, se estira hasta las cercanías de Vorónezh, donde enlaza con el II ejército alemán del general von Salmuth. El frente se curva luego hacia el oeste, para ir a soldarse, cerca de Kursk, con el ala derecha del grupo Mitte.
Noviembre de 1942. La operación Urano: el cerco al VI ejército.En peor, la situación es parecida a la de noviembre. Un frente desmesurado, 600 km en línea recta, está a cargo de una cuarentena de grandes unidades, menos de un tercio de ellas alemanas. Cuando no han desaparecido por completo, las divisiones que han sufrido el choque ruso ya no son más que fantasmas; dos o tres batallones reconstituidos con fugitivos y desprovistos de material. En ninguna parte existe segunda posición, y los refuerzos enviados por el O.K.H. se reducen a media docena de divisiones, entre las cuales el cuerpo blindado y la división Grossdeutschland.
La ofensiva soviética de enero es la reedición de las dos precedentes. Los soviéticos atacan en dos sectores, en el centro y la derecha del ejército húngaro, cerca de Korotojak y de Kalitva. Perforan sin dificultad, y luego lanzan en abanico sus unidades mecánicas y su caballería. Los húngaros, prácticamente, no luchan. Por tercera vez, el flanco que protege las comunicaciones vitales del ejército alemán, se rompe como vidrio al primer choque.
Descubierto por la desbandada húngara, el cuerpo alpino queda envuelto. Se desprende, escapa al cerco, y, al cabo de quince días de lucha, logra recobrar contacto, sobre el Donets, con fuerzas blindadas alemanas. Esta retirada, en un frío severo, en medio por completo de las masas enemigas, acaba con una hazaña de valentía y de resistencia la desgraciada participación de Italia en la guerra en el frente oriental. El gobierno italiano pide la repatriación de sus tropas para defender la metrópoli amenazada. Keitel rehúsa los medios de transporte ferroviarios: será a pie, 1000 km por rutas agotadoras, como los supervivientes del VIII ejército —110000 hombres de 230000— tendrán que salir de Rusia.
En el sector de Vorónezh, la situación no es menos grave. El XL ejército soviético invade las retaguardias del II ejército alemán. El 26 de enero, los rusos se apoderan del nudo de comunicaciones de Gortschetschnoie, a 80 km a espaldas de los alemanes. Un nuevo ataque procedente del norte corta en Kastornoie el único enlace ferroviario de von Salmuth. Hitler ha esperado hasta el último momento para renunciar a la absurda idea de una Festung Vorónezh, que, con una guarnición de tres divisiones, no habría podido ser otra cosa que un segundo Stalingrado en pequeño. En la ciudad en ruinas, se cargan trenes con la masa de provisiones y municiones acumuladas para un asedio. ¡ Pero las vías ya están cortadas por el enemigo!
Se evita lo peor. Lanzadas precipitadamente hacia el oeste, las divisiones liberadas por el abandono de Vorónezh vuelven a abrir el paso. Salmuth forma su ejército en una columna espesa, que se abre paso en un solo bloque, acosada por los flancos, dejando un rastro de armas, vehículos y cadáveres rápidamente petrificados. Nada tan parecido a la retirada napoleónica como esta marcha forzada, en un frío de -25º, entre un viento estridente.
Grupos de asalto soviéticos subidos en tanques se dirigen al frenteJunto al Oskol, a medio camino entre el Don y el Donets, los alemanes tratan de aferrarse otra vez. Pero no se ha terminado la voluntad agresiva de los rusos. El resultado triunfal de la batalla de Stalingrado exalta su moral. Ha desaparecido el complejo de inferioridad bajo el cual habían combatido tanto tiempo el mando y la tropa. Rusia se siente segura de la victoria. Los nuevos planes que traza para la liberación de su territorio muestran, en su atrevimiento, esa maravillosa certidumbre. Tres grandes ciudades rusas han de ser inmediatamente liberadas: Kursk, Járkov y Rostov. Hay un objetivo estratégico decisivo: los pasos del Dniéper. Si las tropas soviéticas consiguen apoderarse de ellos, habrán realizado el super Stalingrado que es la pesadilla de los generales alemanes.
Los alemanes, por su parte, se han apuntado un resultado: han salvado provisionalmente sus I y IV ejércitos blindados. A costa de una doble lucha, contra el Ejército Rojo y contra Hitler.
Esos dos ejércitos blindados, Manstein piensa transferirlos al ala norte de su grupo de ejércitos para vencer a las fuerzas rusas que avanzan hacia el Dniéper. Hitler piensa guardarlos al sur del Don, dispuestos a partir otra vez a la conquista del Cáucaso. Sólo el 22 de enero se resigna Hitler a modificar su plan. Sólo el XVII ejército se queda en el Kubán, reaprovisionado por Crimea, a través del estrecho de Kerch. El 1 Panzerarmee vuelve a pasar el Don, pero sigue aún en Armavir, a 300 km, y aún hace falta que el pasillo de Rostov siga abierto bastante tiempo como para permitirle escapar. Ahora bien, el 20, los soviéticos han alcanzado el aeropuerto. ¡ El paso está casi cerrado!
Manstein se juega el todo por el todo. Aunque el frente del Donets amenace derrumbarse, hay que pasar al sur del Don a los 7 y 11 Panzer, cuyo contraataque breve y violento barre a los soviéticos hasta el bajo valle del Mánich. El 31 de enero, los blindados de Mackensen comienzan a franquear el puente de Rostov. Vuelven de la mayor distancia que hayan alcanzado los soldados alemanes, y, sin haber sido vencidos, su larga marcha de retroceso les ha infligido un grave desgaste. Muchas unidades, entre las cuales la 50 división entera, se han quedado en la cabeza de puente del Kubán, donde se amontonan inútilmente 400000 hombres. El salvamento del ejército Mackensen sólo aporta a Manstein cuatro divisiones, dos de ellas blindadas.
Una cuestión dolorosa se plantea ahora al mando alemán, la de la curva del Donets. Si los alemanes quieren conservarla, deben emprender en ese saliente una batalla encarnizada, mientras que, a 400 km al oeste, la amenaza hacia el Dniéper y el peligro de un cerco de toda el ala derecha crecen de hora en hora.
Convocado el 6 de febrero a Rastenburg, Manstein sostiene una discusión agotadora. Los territorios que propone sacrificar para recuperar sus fuerzas móviles y desprender su derecha, forman parte de la gran zona minera y metalúrgica que Hitler sostiene que le es indispensable para proseguir la guerra. Técnicos alemanes han vuelto a abrir las minas y a encender los altos hornos. Para no abandonar su conquista, Hitler lucha contra su mejor general con una energía apasionada. ¿ No puede esperar un poco Manstein antes de consumar el sacrificio? Los soviéticos, que han sufrido pérdidas terribles, ¿ no están esta vez en el límite de sus fuerzas? La situación en el Dniéper, ¿ realmente es tan dramática, y el cuerpo blindado S.S. enviado a esa región no basta para equilibrarla? El deshielo precoz, el ablandamiento de los caminos, el comienzo del deshielo, ¿ no anuncian la llegada del Schlammperiod y la próxima detención de las operaciones activas? Manstein responde que no cree posible jugar la suerte del ejército sobre esperanzas tan frágiles, y Stalingrado todavía está demasiado cerca para que Hitler se atreva a dar la orden de encerrarse en Rostov. Manstein vuelve a partir con una extensión de su mando hasta el oeste de Járkov, habiendo sido suprimido el grupo B, y el II ejército unido al grupo Mitte. El grupo Don, que ya no toca el Don en ninguna parte, se llamará ahora el grupo Süd.
Los «organos de Stalin» barren las primeras lineas nazis.El 14 de febrero, los soviéticos recobran Rostov por segunda vez. El 17, el destacamento Hollidt vuelve a pasar al Mius. Los ejércitos alemanes han vuelto a sus posiciones de primavera. En siete meses, han avanzado y retrocedido 800 km, lo cual es comparable, en tiempo como en distancia, al viaje de ida y vuelta de la Grande Armée a Moscú. Como ocurrió con la Grande Armée, como ocurrió con la Francia napoleónica, la Wehrmacht y Alemania se han dejado los músculos en esa marcha y contramarcha prodigiosas. Veinte divisiones alemanas han perecido en Stalingrado, otras están desgastadas hasta el fondo y cuatro ejércitos aliados se han volatilizado. El material humano que llega de Alemania y de los países ocupados está lejos de valer por las tropas sacrificadas. Por lo demás, la batalla de invierno no ha terminado. Veinte divisiones se han perdido en Stalingrado, pero el doble están amenazadas por un segundo cerco en el triángulo delimitado por Níkopol, Járkpv y Taganrog.
El 2 de febrero, el empuje del Ejercito Rojo se reanuda con una ofensiva del LXIX ejército y del III ejército blindado en torno a Stari Oskol. Se extiende hacia el norte, al día siguiente, por la entrada en acción de los XL y LX ejércitos. El 8, Kursk queda liberado. El 9, se alcanza el Donets y otra ciudad importante, Biélgorod, es reconquistada a su vez. El jefe del XL ejército, general Moskaleko, explota atrevidamente su ventaja y se lanza sobre Járkov. El 15, está a las puertas de la gran ciudad (900000 habitantes), segunda capital de Ucrania. Hitler ha dado orden de defenderla hasta el último cartucho —como en Stalingrado—, pero ocurre una cosa extraordinaria y providencial: el Oberstgruppenführer Hausser, jefe del cuerpo blindado S.S., desobedece. Para salvar su cuerpo de ejército, abandona Járkov. El Ejército Rojo entran el 16, casi sin combate.
Viniendo inmediatamente después de la pérdida de Rostov, en coincidencia con la evacuación de Demiansk, y quince días después de la capitulación de Stalingrado, la noticia produce en Alemania un efecto de consternación. ¡ El frente oriental se derrumba! Después de los rumanos, los italianos y los húngaros, son los invencibles alemanes quienes se descomponen a su vez.
La ofensiva continúa. El Dniéper está amenazado en 500 km. Los ejércitos victoriosos en Járkov marchan hacia Kremenchug. Atacando sobre el Donets medio, el VI ejército soviético no está más que a 200 km de Dniepropetrovsk: recorre las dos terceras partes en ocho días. La toma del nudo de vías férreas de Losovaia corta una de las líneas de aprovisionamiento del grupo Manstein. La toma de la estación de Sisitnikovo corta otra. Queda una tercera, que cruza el Dniéper, en Zaporozhie: los soviéticos la tocan. La defensa del río está confiada sólo a unidades de D.C.A., a la Feldgendarmerie y a formaciones de circunstancias llamadas Alarmeinheiten, compuestas por hombres de los servicios. ¡ La tragedia de Kalach amenaza reproducirse en el Dniéper!
En el este del grupo de ejércitos, el nuevo frente alemán también se agrieta. Un cuerpo blindado soviético ha abierto brecha sobre el Mius, en Matvejev Kurgan. Un cuerpo de caballería ha abierto brecha sobre el Donets. En lugar de emplear el 1 Panzerarmee para despejar su ala izquierda amenazada, Manstein debe consagrarlo a consolidar su ala derecha que se desmorona. Para salvar los pasos del Dniéper, no le queda más que el IV Panzerarmee que viene del Don, y que se retarda por el comienzo del deshielo. ¿ Llegará a tiempo?
La situación es tan crítica que Hitler hace lo que no se había dignado hacer en el momento de las angustias de Stalingrado: se desplaza. Manstein le ve llegar el 17 de febrero a Zaporozhie. Es un C.G. de grupo de ejércitos, o sea, un lugar que, en las condiciones normales de la guerra, disfruta de una seguridad total. Pero las condiciones son anormales. Una brigada blindada soviética merodea a 50 km y la única tropa que defiende Zaporozhie es la compañía de guardia del C.G. Manstein sólo respira al cabo de cuarenta y ocho horas, cuando el Condor que ha llevado a Hitler vuelve a partir entre un enjambre de Messerschmitt.
Esa angustia tiene una ventaja: habiendo tenido miedo, Hitler comprende que la situación es grave. Llegaba con la intención de recobrar en seguida Járkov, cuya pérdida le ha alcanzado en la fibra dolorosa del prestigio. Accede a renunciar. En vez de volverse a lanzar hacia el norte, el cuerpo blindado S.S. sé concentra en torno a Pávlograd para participar en la contraofensiva de la IV Panzerarmee. Hoth ataca, pues, a ambos lados de la profunda brecha rusa con cinco divisiones rápidas, las Panzer 48 y 57 y el S.S. Leibstandarte, Das Reich y Totenkopf.
La situación evoluciona. El mando soviético, reconoce Platónov, había cometido un error: había creído que los alemanes volvían a pasar el Dniéper, y que su victoria había llegado a la fase de la persecución. La contraofensiva, bien agrupada y bien dirigida, cae sobre fuerzas soviéticas dispersas y escasas de municiones. El 1 de marzo, se ha evitado toda amenaza hacia el Dniéper, se cuentan 23000 cadáveres soviéticos en el campo de batalla, y se capturan 615 tanques y 354 cañones. En cambio, los alemanes no hacen más que 6000 prisioneros. Los soviéticos mueren y ya no se rinden.
Panzergrenadiere en Járkov, que los alemanes conquistaron y perdieron dos veces.Manstein habría querido quedarse ahí. Pero Hitler no olvida Járkov. Por orden suya, Hoth cerca la ciudad, que es recuperada, el 14 de marzo, por la división Grossdeutschland. El frente alemán vuelve a trasladarse al Donets, hasta las cercanías de Voroshilovgrado, y al Mius, hasta Taganrog. Luego, la tregua bianual del barro separa a los combatientes.
Después de haber bordeado y requerido el desastre, el ejército alemán está salvado. Una clara lección militar se desprende de la operación magistralmente llevada por Manstein: en la guerra de movimiento, en la maniobra es donde los alemanes conservan aún una superioridad. Con la gran ventaja de combatir en tierra soviética, las ciudades perdidas y el terreno cedido no tienen la menor importancia. La ofensiva, tal como la han practicado en 1941 en su ofensiva hacia Moscú y en 1942 en su marcha hacia el Cáucaso, ya no está a su alcance. La defensiva estática, en un frente imposible de guarnecer, les condena a sufrir la superioridad material del enemigo. La única estrategia que responde a su fuerza es la defensiva-ofensiva, basada en la réplica y en la maniobra de las reservas. Pero impone un acortamiento draconiano del frente, un repliegue sobre la línea del Duna y del Dniéper, o sea, el abandono de la parte industrial de Ucrania, de toda Rusia central y de las avanzadas de Leningrado, y eso es algo a lo que Hitler y el mando nazi no están dispuestos a consentir.