El 1 de mayo de 2003 el presidente Bush anunció el fin de las principales operaciones militares en Iraq. En la conquista del país habían muerto 125 soldados americanos.

Un año después Iraq estaba sumido en el caos y el número de bajas mortales americanas superaba las 300.
Las fuerzas de ocupación eran objeto de incesantes ataques por parte de las milicias chiitas en el sur del país, y de los grupos sunitas en el llamado triángulo suní, la zona central de Iraq, entre las ciudades de Bagdad, Ramada y Tikrit. Dentro de este triángulo se encuentra Faluya, una urbe de 300.000 habitantes famosa entre los iraquíes por su carácter díscolo y orgulloso, hasta el extremo de que el mismo Sadam Hussein no había llegado a ejercer sobre la ciudad un control tan absoluto como en el resto del país.

El 31 de marzo de 2004 atravesaba Faluya un convoy de vehículos civiles utilizados por contratistas americanos y por sus guardaespaldas de la compañía Blackwater. El convoy fue atacado con lanzagranadas y kalashnikov, y murieron cuatro agentes de Blackwater. Sus cadáveres fueron vapuleados, arrastrados por las calles y colgados de un puente sobre el Eufrates mientras una multitud entusiasta daba muestras de júbilo y vitoreaba a la insurgencia ante las cámaras de tv. Las imágenes provocaron una oleada de indignación en Estados Unidos.
Se trató de un ataque similar al que ocho meses más tarde, el 29 de noviembre de 2003, a 30 km al sur de Bagdad, sufrió otro convoy de vehículos civiles empleados, en esa ocasión, por agentes del CNI. Murieron siete españoles, y sus cadáveres fueron igualmente vejados en imágenes que dieron la vuelta al mundo.
Ambos atentados se produjeron de idéntica manera con ocho meses de diferencia, pero la reacción que provocaron fue muy distinta.
“Sus muertes no quedaran impunes”, prometió Paul Bremer, el jefe del gobierno de ocupación, refiriéndose a los cuatro empleados de Blackwater fallecidos en Faluya.
Ese mismo día en Irak murieron 5 marines en distintas acciones, pero no hubo imágenes de tv de esos marines, lo que significa que para la opinión pública no existían. Faluya era el único foco de atención, y los de Blackwater las únicas víctimas de las que se habló.
La Casa Blanca se sintió tentada a aprovechar el caso de Faluya para hacer una demostración de fuerza, para mostrar a los iraquíes una postura firme ante la insurgencia. El jefe de las tropas de tierra americanas en Irak, el teniente general Ricardo Sánchez, recibió desde Washington una orden bien concisa: debía tomar en Faluya en 48 horas. Contaba con numerosos emplazamientos de unidades de marines en la zona, sólo debía dar la orden y se lanzaría un asalto en toda regla sobre la ciudad.
Sin embargo los problemas comenzaron antes del primer disparo. Los políticos sunitas advirtieron a Bremer de que si Faluya era atacada abandonarían el Consejo de Gobierno. Este Consejo de Gobierno era un órgano hasta entonces consultivo pero del que se esperaba que llegara a convertirse en el gobierno iraquí en un futuro todavía sin fecha. Pero si el Consejo se quedaba sin participación sunita perdería toda utilidad y el gobierno de ocupación no tendría a quien pasarle el relevo.
Brahimi, el representante de las Naciones Unidas en Irak, secundó a los sunitas: si Faluya era atacada y los sunitas abandonaban el Consejo de Gobierno, entonces la ocupación americana del país estaría deslegitimada y la ONU abandonaría Irak.
Esto supondría una tragedia para Bush. Quería transferir la administración al Consejo de Gobierno antes de las elecciones americanas, para poder hacer la campaña electoral diciendo que ya había un gobierno iraquí democrático y que, con la misión cumplida, los soldados volverían pronto a casa.
Frente a estos dilemas políticos, el mando militar tenía una visión de las cosas mucho más directa. El general John Abizaid, comandante de las fuerzas americanas en todo Oriente Medio (Central Command) dijo a Bremer:
– “Tenemos que hacer esto ahora, a lo grande, y terminar de una vez por todas. Olviden la política. Tenemos que hacer esto.” –
Pero Bush, con la reelección a menos de un año no podía “olvidar la política”. El ataque fue suspendido, aunque dos batallones de la 1ª Disión de Marines se desplegaron en torno a la ciudad como un gesto de fuerza: el 2/1 por el norte, el 1/5 por el sur.
El general Ricardo Sánchez pensó que si bien no podía tomar la ciudad sí podía aislarla para impedir que los insurgentes de Faluya operasen en el resto del país.

Pero pronto el objetivo táctico se amplió. Los militares ofrecieron a la Casa Blanca una alternativa al asalto en toda regla de la ciudad: los mismos dos batallones desplegados para aislar la ciudad podían tomar posiciones en algunos distritos periféricos de Faluya para incitar a los insurgentes a atacarles. Así se provocarían enfrentamientos abiertos en los que la insurgencia sufriría bajas elevadas. Los políticos dieron el visto bueno al proyecto y el 5 de abril los marines que ponían sitio a la ciudad comenzaron a penetrar en ella.
Los combates que se produjeron durante el mes siguiente se conocen como la primera batalla de Faluya.
La operación fue un rotundo fracaso para los norteamericanos. Un fracaso tanto militar como político.
En el aspecto militar se cometió un error de gran magnitud a la hora de aislar la ciudad del exterior. El mando americano pasó por alto su propia doctrina. El manual de los marines para lucha urbana, MCWP 3-35.3, recalca la importancia en esta clase de combates de acordonar la ciudad y aislarla del exterior, incluso lo califica como el factor de mayor importancia por sí solo. Sin embargo en la primera batalla de Faluya los mismos dos batallones de marines que debían acordonar la ciudad eran también los encargados de penetrar en ella y provocar el enfrentamiento con los insurgentes. Dos batallones era una fuerza a todas luces insuficientes para realizar ambos cometidos en una urbe de 300.000 habitantes. No se logró el aislamiento total, con lo que los insurgentes recibieron en abundancia armas y refuerzos del exterior.

El 29 de abril, tras 25 días de combates, los americanos retiraron su dispositivo en torno a Faluya. Habían muerto 39 marines y se estima que en torno a unos 600 insurgentes. Pero la principal consecuencia de esta primera batalla no fue el número de bajas, como esperaba el mando americano, sino la imagen que toda la sociedad iraquí percibió: los marines habían tratado de tomar una ciudad y se habían visto forzados a desistir. Era una victoria moral de gran magnitud para los insurgentes.
Incluso los medios de comunicación americanos divulgaron la noticia de que la retirada de los marines era una derrota americana y una victoria de la insurgencia. Había una campaña presidencial en los Estados Unidos, las elecciones serían en Noviembre, y los reportajes televisivos sobre la derrota en Irak eran perjudiciales para el Presidente.
La Casa Blanca trató de encontrar una solución de urgencia al problema de Faluya sin recurrir a un asalto masivo norteamericano.
Massoud Barzani, el líder de los kurdos, tenía una propuesta:
– Los americanos no podéis ganar en Faluya, – les dijo – porque todos saben que si se os causa el suficiente número de bajas os retirareis de la ciudad. Por el contrario nosotros estamos deseosos de hacer pagar a los sunitas la represión a que nos han sometido tanto tiempo. Enviad a Faluya a 30.000 peshmergas. Déjadnos la ciudad a nosotros y ya veréis cómo la tomamos. –
– Kurdos matando sunitas, eso sería el comienzo de la guerra civil. – Señaló Bremer.
– Sí, pero la alternativa es que todos los árabes vean que los americanos pueden ser derrotados. –
Pese al entusiasmo de Barzani su propuesta era irrealizable, sería peor el remedio que la enfermedad.
Un antiguo general de Saddam Hussein, Jassim Mohammed Saleh, ofreció a la CIA otro proyecto:
– Formen una brigada con mis antiguos soldados y yo tomaré Faluya para ustedes. –
Esta parecía mejor idea. Serían los propios sunitas los que acabaran con el problema, se sofocaría el foco rebelde de Faluya, se vengaría la muerte de los de Blackwater, y se ofrecería la imagen de una iraquización del conflicto, con la consiguiente promesa del regreso de los soldados americanos a casa.
Rehabilitar a un antiguo partidario de Hussein parecía un precio muy bajo a pagar a cambio de tanto. El plan se aprobó y se formó la brigada.
Saleh apareció en la tv, con uniforme y boina militar, y el bigote propio de todos los iraquíes de su generación. Condolezza Rice puso el grito en el cielo:
– ¡¡Dios santo, pero si es igual que Saddam Hussein!! ¿No podéis buscar a algún general iraquí que no se parezca tanto a Saddam? –

La brigada de Saleh se adentró en Faluya pero apenas entró en combate. Soldados e insurgentes confraternizaron, los hombres de Saleh no sólo no se enfrentaban a los insurgentes sino que les vendían sus armas, desertaban y volvían a sus casas o incluso se unión a los rebeldes… al cabo de dos meses la brigada había desaparecido. Se había pasado a las filas insurgentes con armamento incluido, las mismas armas que les habían entregado los norteamericanos se utilizarían en adelante contra los marines.
Para el verano de 2004 era evidente que no había ninguna autoridad central en la ciudad. Por el contrario se había convertido en el refugio de muchos de los que combatían la presencia de fuerzas extranjeras en Irak. El 24 de septiembre un portavoz militar americano dijo a ABC News que estaban seguros de que el líder máximo de la insurgencia, Abu Musab Al-Zarqawi, se encontraba en Faluya con la mitad de los 5.000 hombres armados que se estimaba que componían toda la fuerza rebelde sunita en el país.
Ajena a cualquier control externo, Faluya era en la práctica una ciudad-estado islámica, totalmente independiente del gobierno de Bagdad.
Con las elecciones americanas a la vuelta de la esquina, el presidente Bush tuvo que acceder finalmente a lo que los militares le habían propuesto desde un principio: tomar la ciudad y hacerlo a lo grande.
El 14 de octubre los americanos cerraron todos los accesos a la ciudad y advirtieron a los notables de que Faluya que se iba a lanzar un asalto a gran escala y que la población civil debía abandonar la localidad.
La insurgencia respondió al nuevo cerco intensificando los ataques. El 29 de octubre ocho marines murieron por la explosión de un coche bomba cerca de Faluya, y otros nueve marines resultaron heridos en otra parte de la provincia.
A diferencia de la Primera Batalla de Faluya, en la que dos batallones debían aislar la ciudad y penetrar en ella, en esta ocasión se asignaron claramente a distintas unidades ambas misiones.
La conquista de Faluya era el objetivo de seis batallones: cuatro de la 1ª División de marines (3/1, 3/5, 1/8, 1/3) y dos del Ejército (2/7, 2/2), con el apoyo aéreo directo del 3er Ala de los marines: un centenar de aviones y helicópteros.
En la siguiente imagen se ve el reparto de la ciudad entre los distintos batallones, en azul los marines, en verde el Ejército. El avance sería de Norte a Sur.

A esto se sumaba el regimiento británico Black Watch, el 36 Batallón de Comandos iraquí (una unidad peshmerga, la más fiable y eficaz de todo el ejército iraquí) y 4 batallones iraquíes regulares. Estas unidades adicionales tenían objetivos muy concretos:
– Los Black Watch debían mantener el frente sur y hacer creer a los insurgentes que el ataque se lanzaría por allí,
– los peshmergas debían ocupar el hospital de la ciudad, para evitar que los insurgentes heridos regresaran a la lucha tras las curas,
– los cuatro batallones sunitas (2.000 hombres) eran los encargados de tomar las mezquitas, para evitar que los soldados americanos profanasen esos lugares con su presencia.
Faluya contaba con 200 mezquitas, muchas de ellas usadas como depósitos de armas, escondrijos para la guerrilla y focos de resistencia. Pero aparte de las mezquitas los insurgentes habían fortificado todo tipo de edificios: viviendas, comercios, fábricas… se había cavado túneles una auténtica red de túneles, levantado barricadas, organizado talleres de fabricación de explosivos… Desde abril los insurgentes de Faluya estaban sobre aviso y habían tenido tiempo para reforzarse y preparar el terreno a conciencia.
Los insurgentes de la ciudad pertenecían a dos clases de combatientes muy distintas:
– los guerrilleros, que se confundían con la población civil hasta que escogían el momento y lugar para atacar, entonces golpeaban y huían de inmediato por rutas bien planificadas a través de túneles, callejuelas e incluso domicilios habitados por familias civiles cuya función era disuadir con su presencia a los americanos de abrir fuego.
– los “mártires”, que levantaban barricadas o fortificaban algún local como fábricas, tiendas, viviendas… su táctica era resistir hasta la muerte. A veces se intentó negociar su rendición, pero simplemente rechazaban de plano la propuesta. De antemano tenían decidido morir.
Ambos grupos usaron las mismas clases de armas: AK-47, RPG, granadas de mano y ametralladoras emplazadas en lugares bien protegidos.
Según estimaciones oficiales el 75% de la población no beligerante se había marchado, haciendo caso de las advertencias del gobierno de Bagdad. En total podían encontrarse en la ciudad unas 75.000 civiles desarmados y entre 2000 y 3000 insurrectos. Pero las cifras eran sólo estimaciones, nada era seguro.
El día D fue fijado para el 7 de noviembre de 2004. El nombre de la operación fue inicialmente Phantom Fury, pero fue rebautizada para darle un nombre menos americano y más árabe: operación Al-Fajr, “amanecer”.
El día 5 de noviembre comenzó la fase previa:
– El gobierno de Bagdad declaró el estado de emergencia, y se lanzó sobre la ciudad una gran cantidad de panfletos que pedían a los ciudadanos que abandonaran la ciudad o, en caso contrario, no salir de sus viviendas ni utilizar sus vehículos en los días siguientes.
– Se lanzaron ataques aéreos sobre objetivos seleccionados en base a imágenes aéreas y de satélite. Todo automóvil que se detectara que estaba aparcado más de tres días en el mismo lugar era destruido. Con frecuencia se produjeron explosiones secundarias, lo que indicaba que se trataba de coches-bomba.
– La 1ª División de Caballería Blindada acordonó la ciudad, impidiendo todo acceso a ella, y además inspeccionó a conciencia todos los pueblos de los alrededores, en previsión de posibles ataques de retaguardia sobre las fuerzas del cordón.
– Se dispuso el empleo de artillería pesada, que en abril no se había empleado por miedo a la mala imagen que daría emplear obuses pesados contra una ciudad. En esta ocasión además los marines podrían pedir a la aviación el empleo de bombas de 500 libras señalizando el edificio objetivo con láser.

– Se establecieron posiciones obstructoras en el sur, este y oeste de la ciudad, para evitar por esos lados la llegada de refuerzos a los insurgentes, o su huida. En el sector sur se hizo un despliegue adicional de fuerzas con vistas a hacer creer a los insurgentes que por allí se lanzaría un asalto. Ese despliegue estuvo a cargo de los Black Watch británicos.
– La noche del 6 de noviembre, el día anterior al asalto, avanzaron fuerzas en el este para tomar los puentes sobre el Éufrates y el Hospital General, este último se ocupó con tropas iraquíes: el 36 Batallón de Comandos (en realidad una fuerza Peshmerga, las tropas iraquíes más fiables). La importancia militar de controlar el Hospital era proceder a la detención de quienes acudieran a él con heridas de combate.

7 de noviembre:
El primer ataque de la operación Down-Al Fajr se produjo a las 19:00 hora local, cuando los marines ocuparon un bloque de apartamentos de ocho alturas, uno de los más altos de la ciudad, en la esquina noroeste de la urbe. Allí se apostaron los francotiradores del 3/5, además de ametralladoras y morteros.

Simultáneamente los marines del 3/1 tomaron la estación de ferrocarril, en la que los ingenieros abrieron una ruta a través de las vías para la entrada de tanques Abrams y vehículos Bradley.
Tras la captura del hospital, los puentes y el acceso ferroviario, los siguientes objetivos eran los distritos Jolan y Askari, dos grandes barrios que constituían prácticamente toda la mitad norte de la ciudad. Ambos distritos eran considerados hostiles, especialmente Jolan, al que Inteligencia consideraba el granero de la insurgencia en Faluya.
8 de noviembre:
Comenzó el asalto masivo, con la ocupación de ambos distritos.
Para entablar el combate urbano los soldados americanos se adentraban en las calles esperando detectar focos de resistencia, es decir, para localizar a los insurgentes los marines debían ofrecerse como blancos. Una vez que se producía un ataque, los marines localizaban el edificio desde el que había partido, se echaba la puerta abajo o se abría un boquete en una pared con un cohete, y un equipo de asalto penetraba en el edificio en busca de los atacantes. Los “mártires” desarrollaban entonces una resistencia a muerte, mientras los guerrilleros actuaban en pequeños grupos que se movían de manera fluida entre las calles, atacando y retirándose a voluntad. La combinación de ambas formas de lucha resultaba agotadora para los marines. A las 10:00 del 9 de noviembre (39 horas de asalto) se hizo necesaria la presencia de tanques en Jolan para “ablandar” la resistencia. Acudieron los vehículos del 2/7 de Caballería Blindada, que abrían fuego con sus cañones de 120 mm sobre cada edificio que les señalaban los marines.

La lucha era tan intensa, sin embargo, que los Abrams no podían satisfacer todas las peticiones de apoyo directo. Hubo una clara falta de previsión en la asignación de refuerzos acorazados, lo que supuso que con frecuencia los marines tuvieron que valerse de sus propios medios para asaltar los edificios.
9 de noviembre:
En la lucha callejera resultaron muy útiles los aviones no tripulados, empleados con profusión por los americanos. A nivel de compañía y batallón, tanto los marines como la infantería fueron asistidos por estos aparatos. La infantería utilizó aviones del modelo Crown RQ-11 UAV, que pesa menos de 10 kg y mide sólo un metro de largo por uno y medio de amplitud de alas. Se mantiene en el aire durante 80 minutos y está diseñado expresamente para la lucha contra guerrilla urbana. Es dirigido desde un ordenador portátil que llevan las tropas sobre el terreno, de manera que tienen una visión en tiempo real de su entorno, están advertidas sobre las calles por donde van a pasar y pueden solicitar apoyo artillero y aéreo indicando los puntos a atacar en el monitor del portátil.

Los marines usaron el modelo Dragon Eye que aporta igualmente imágenes en tiempo real, es más ligero que el Crown, lo que permite su mejor transporte en tierra, aunque su permanencia en vuelo se reduce a 60 minutos.
Las Fuerzas Aéreas, por su parte, para la selección de objetivos usaron un modelo de mucha mayor envergadura, el Predator RQ-1, un avión no tripulado de larga resistencia en vuelo que alcanza las 40 horas ininterrumpidas, a 25.000 pies, además de cámara de video cuenta con cámara infrarroja y un radar.
Al caer la noche del 9 de noviembre se cortó el suministro eléctrico de toda la ciudad para dar a los americanos, que contaban con equipos de visión nocturna, una ventaja táctica añadida.
10 de noviembre:
El 10 de noviembre fue un día difícil, se luchó con singular fiereza en la mezquita Muhammadia, donde se dieron los combates más arduos de toda la batalla. Aunque por ser una mezquita el asalto directo se le encomendó inicialmente a tropas iraquíes, Muhammadia había sido tan bien fortificada y estaba ocupada por tantos insurgentes que los soldados iraquíes fracasaron en el empeño. Hubo que reforzarlos con una unidad americana: la compañía B del 1/8. Tras 16 horas de combate la mezquita fue asegurada. Allí murieron 8 marines.

Askari fue sometido con más facilidad que Jolan, y ya al finalizar el 10 de noviembre el mando americano anunció que controlaba más del 70 por ciento de la ciudad, incluyendo toda la mitad norte y objetivos importantes como el ayuntamiento, el centro comercial y las mayores mezquitas. Las bajas americanas eran 18 muertos y 164 heridos.
Pero que se controlara la mitad norte era una afirmación muy ambigua. En los días previos al inicio del asalto se había hecho un despliegue en el sur para hacer creer a los insurgentes que el ataque procedería desde allí, con lo que muchos rebeldes se habían concentrado en el sur. Además, al ir avanzando los americanos desde el norte, los insurgentes se habían ido retirando al sur, y allí la concentración de combatientes rebeldes era mucho mayor de la que hasta entonces habían enfrentado los americanos en el norte de la ciudad. Adentrarse en los distritos meridionales de Faluya suponía someterse a una lluvia de balas de AK-47 y de cohetes de RPG, y provocar detonaciones de trampas explosivas en cada rincón. La resistencia fue mayor que en Jolan.
11 de noviembre:
Fueron derribados dos helicópteros de ataque Super Cobra, aunque los tripulantes pudieron ser rescatados.
Se detectaron grupos de hasta 15 guerrilleros intentando huir. Aunque con frecuencia fueron aniquilados al ser descubiertos en campo abierto, en ocasiones tuvieron éxito en la fuga. Uno de los fugitivos que escapó con vida era Musab al-Zarqawi, que había lanzado multitud de llamamientos a la resistencia a ultranza y para que cada habitante de Faluya se convirtiera en mártir, pero que sin embargo puso su vida a salvo escapando como pudo.

12 de noviembre:
Dos marines murieron por un atentado suicida.
El Teniente General John Sattler, comandante de los marines en Irak, informó de que habían quedado gravemente heridos 170 soldados y marines, si bien otros 490 fueron heridos de menor consideración y pudieron regresar al combate tras las curas de urgencia.
13 de noviembre:
Recibió permiso para entrar en la ciudad un convoy de la Media Luna Roja, cuatro camiones transportando alimentos y medicinas y una depuradora de agua. Los camiones, una vez descargados, sirvieron como ambulancias trasladando cientos de civiles heridos al Hospital, aunque éste ya antes estaba desbordado de heridos.
Los médicos de la Media Luna Roja aseguraron que la gran cantidad de civiles heridos se debía a la desproporción de la respuesta americana a cada agresión. Si desde un edificio se disparaba un RPG, la artillería americana respondía derribando el edificio entero, sin importar que junto al insurgente quedaran también sepultados bajo los escombros decenas de civiles.
14 de noviembre:
Los marines encontraron un foco de resistencia de “mártires” especialmente difícil de reducir en un edificio al que los americanos pusieron el expresivo nombre de “House of Hell”.
En los combates por el control del inmueble destacó el héroe americano de la batalla, el sargento Bradley Kasal.
Dirigió una escuadra en el rescate de varios heridos, dirigiendo la acción incluso a pesar de que él mismo resultó alcanzado de gravedad. En cierto momento los insugentes arrojaron una granada y Kasal llegó a proteger con su cuerpo el de otro marine, recibiendo él la metralla.
Hasta el moento en que pudo ser evacuado el sargento primero Bradley Kasal recibió 40 heridas de metralla y 7 balazos de AK-47 de calibre 7.62, y perdió el 40% de su volumen sanguíneo.
Por sus méritos en combate fue condecorado con la Navy Cross y ascendido a Sergeant Major.

La condecoración se acompañaba de la siguiente citación:
“Por el heroísmo extraordinario sirviendo como Sargento Primero, Compañía de Fusileros, 3r Batallón, 1r Regimiento Marine, Equipo del Regimiento De combate 1, 1a División Marine, Fuerza Expedicionaria Marine, Mando Central del USMC, en apoyo de la Operación IRAQI FREEDOM el 13 de noviembre de 2004. El Sargento Primero asistía a la 1ª Sección, Pelotón Combinado Anti-Carro que ofrecía cobertura al 3er pelotón cuando oyó un gran volumen de fuego en su frente inmediato, seguido de la salida de los marines del edificio. Cuando el Sargento Primero Kasal comprendió que había marines dentro de la construcción que no podían salir de ella por estar sujetos a enfrentamiento con un número desconocido de enemigos, reunió una escuadra con la que hizo la entrada para limpiar el edificio y rescatar a los marines que había dentro. Al penetrar en el inmueble, en la primera estancia encontró y eliminó a un enemigo, y encontró a un marine herido en el siguiente habitáculo. Al evacuarlo Kasal y otro marine fueron heridos por el fuego de una ametralladora pesada que les disparaba desde una posición elevada. Ambos resultaron heridos de gravedad en las piernas y quedaron inmovilizados. Cuando los insurrectos lanzaron granadas para rematarlos, Kasal se colocó sobre su compañero y absorbió los impactos de la metralla. Cuando ofrecieron al Sargento Primero Kasal asistencia médica y evacuación del lugar, él lo rechazó y pidió que se la dieran a otros heridos. A pesar de la gravedad de sus heridas dirigió a los marines, dando órdenes a gritos y animándolos a continuar limpiando el edificio. Por su coraje en el mando, su juicio acertado y la absoluta entrega al deber, el Sargento Primero Kasal reflejó una gran confianza en sí mismo y mantuvo las tradiciones más elevadas de la Infantería de Marina y el Servicio Naval de los Estados Unidos.”
15 de noviembre:
El Teniente General Sattler, Comandante de la Fuerza Expedicionaria de Marines, anunció:
«The city has been seized. We have liberated the city of Faluya.»
Tras una semana de batalla, las bajas americanas se cifraban en 51 muertos y 425 heridos graves. El 8% de los efectivos implicados.
Algunas fuentes dan el número de 39 muertos, porque esa fue la cifra que dio el mando americano el día 15 de noviembre, pero eso no contabiliza a los heridos graves que fallecieron en días posteriores a causa de sus heridas.
El 3/1 de marines sufrió más del 50% de bajas.
El número de insurgentes caídos se estimaba en 1.200, además de otros 200 apresados.

Aunque oficialmente la Batalla de Faluya había terminado el 15 de noviembre, en los días siguientes continuaron dándose casos de actividad insurgente en la ciudad, los marines continuaban implicados en la lucha en las ciertos sectores de la ciudad y las Fuerzas Aéreas lanzaron un importante número de ataques sobre objetivos urbanos. La Media Luna Roja no podía acceder a la ciudad con medicinas y personal sanitario debido a la prosecución de los combates.
Aunque la participación de tropas iraquíes fue creciente, e incluso el mando americano quiso poner el relevo de fuerzas en Faluya como un ejemplo de la capacidad operativa que había adquirido el nuevo ejército iraquí, lo cierto es que el batallón 1/3 de marines denunció la deserción de unidades iraquíes completas.
Al continuar la lucha más allá del 15 de noviembre, algunas fuentes desestiman la cifra oficial de americanos caídos en la batalla (39 muertos) y llegan a elevar la cifra a 133 muertos hasta la conquista total de la ciudad.
Pero incluso esta última expresión es tendenciosa. Faluya no fue conquistada, Faluya fue destruida.
La antigua ciudad de espíritu indomable y orgulloso fue reducida a escombros.
Puede decirse de esta batalla lo que Cayo Cornelio Tácito escribió en la “Vida de Julio Agrícola”, en la que un caudillo de los britanos, derrotado por Roma, dice de las legiones conquistadoras:
“Crearon un desierto y lo llamaron paz”
