El arranque de la operación Azul, el 28 de junio parte del Norte, del subgrupo de ejércitos von Weichs, reuniendo el II ejército, el IV ejército blindado y el II ejército húngaro.
Dos días después, la prolonga el VI ejército Paulus; überraschendes Entwicklung, «desarrollo sorprendente», escribe Halder, que dudaba de la posibilidad de recuperar la iniciativa en el frente oriental. El Don está franqueado, y Vorónezh tomado el 8 de junio por el IV Panzerarmee. Dos días después y 200 Km más abajo, lo alcanza el VI ejército.
El 11 de julio, el O.K.W. traza un primer balance El frente ruso está roto en 300 Km, pero el número de prisioneros es poco elevado: 88689 para el subgrupo de ejércitos Weichs y para el ejército Paulus. El 15 de julio confirma esa observación. Habiendo tomado a su vez la iniciativa, el I Panzerarmee, von Kleist, se reúne, en Millerovo, con el 40 cuerpo blindado, procedente del Norte. La bolsa se ha cerrado, pero está vacía. Los soviéticos han reemplazado con una táctica de defensa elástica la táctica de resistencia sobre el terreno que procuró a la Wehrmacht sus colosales cosechas de hombres en Kiev y en Viazma. Acosadas por la Luftwaffe, espesas columnas en retirada franquean el Don por los puentes de Kasankaia y de Zhelanskaia.
La interpretación de Hitler es la siguiente: desangrada a muerte, Rusia busca el invierno para refugiarse en él como un animal herido en su madriguera. La radio de Moscú le confirma en esa convicción. Ha tomado un tono de angustia, afirma que Rusia combate sola y que sus aliados desleales no le dan el segundo frente que le han prometido. La intuición infalible del Führer le dice que la Wehrmacht llega al acoso. En consecuencia, hay que precipitar y multiplicar los golpes; modificar, para el logro de la victoria, la articulación de los ejércitos y el desarrollo del plan. El 9 de julio, Hitler desmembra el grupo «Süd». Confía su ala derecha, bautizada «grupo A», al mariscal List, dejando el ala izquierda, o «grupo B», al mando de von Bock. Diez días después, en una crisis de cólera, prescinde definitivamente de los servicios de éste. El capitán general barón von und zu Weichs zur Glon reemplaza a Bock a la cabeza del grupo B, cediendo su propio subgrupo de ejércitos al general von Salmuth. Después de Rundstedt, Brauchitsch y Leeb, desaparece del frente oriental el último de los grandes ejecutantes de mayo de 1940.
En realidad, Hitler ha decidido dirigir él mismo las operaciones contra el Cáucaso asumiendo el mando de un grupo de ejércitos, después de haber tomado sucesivamente el de la Wehrmacht y el del Reichsheer. Deja la Prusia oriental y se instala en Ucrania, cerca de Vinnitsa. El clima le molesta, agriando aún más sus relaciones con los generales. La temperatura es abrumadora, y la sombra de los pinares no da ningún frescor. Hitler echa de menos Rastenburg, y sobre todo Brçhtesgaden, hacia donde se evade periódicamente, por lo demás, dejando sueltas unas riendas que, en su ausencia, nadie ni se atreve a tomar.
Golpe tras golpe, el 21 y 23 de julio, dos órdenes de operación particulares, Weisungen Nr 44 y 45, trastornan la maniobra alemana. Queda destruido el equilibrio de la operación Azul. Bajo el cielo tórrido de Ucrania, en el misterio de una sala de mapas, se ha llegado al punto de culminación de la guerra. La batalla de Stalingrado empieza a gestarse.
La directiva 44 se refiere al XI ejército. Después de tomar Sebastopol y de recibir su bastón de mariscal, Erich von Manstein había ido a pasar un permiso de descanso en Rumania. Al regreso, pensaba franquear el estrecho de Kerch, invadir el Kubán y tomar Batumi pero las órdenes que encuentra al volver a su cuartel general le mandan a conquistar Leningrado. Deja en Crimea a sus tropas rumanas y dos divisiones alemanas. Enviará otra división alemana a Creta y cederá una cuarta al grupo «Mitte», cuyas reservas, son nulas. El resto del XI ejército, los 30 y 54 cuerpos, la inmensa impedimenta de artillería, los cañones gigantes del sitio de Sebastopol, Thor, Odín y Dora, se embarcan en ferrocarril, en una red sofocada por los sabotajes guerrilleros, para atravesar Rusia de abajo arriba. Hitler ha juzgado que el giro de las operaciones le permite reanimar, sin esperar más, la ofensiva del Norte.
Ya, en el curso de las semanas precedentes, la impaciencia hitleriana ha modificado el desarrollo de la operación Azul. La maniobra en pinza de las dos alas del grupo «Süd» ha sido abandonada. El esfuerzo alemán se traslada al curso inferior del Don, ruta directa del Cáucaso. Rostov se convierte en el punto de convergencia del grupo Ruoff (XVII ejército alemán y III ejército rumano) y del I ejército blindado, von Kleist. Perdida a comienzos del lúgubre invierno precedente, la ciudad es recobrada el 23 de julio, Kleist franquea el Don al día siguiente. El ejército soviético se retira en orden, perdiendo poco material.
Ese repliegue, el alto mando sabe ya que es voluntario. Ha tenido conocimiento del consejo de guerra celebrado el 13 de julio en Moscú, en que Stalin ha aceptado el principio de la defensa elástica. Pero Hitler se empeña en creer que los rusos están vencidos, y que, desdeñando toda maniobra, el ejército alemán puede explotar su victoria empujando en todas las direcciones a la vez.
La directiva Nr 45 procede de esta convicción terca. El grupo de ejércitos A se ha lanzado al asalto del Cáucaso. Su ala derecha tiene orden de conquistar el Kubán, ocupar todo el litoral del mar Negro, apoderarse de los pasos de la ruta occidental, tomar Batumi y adueñarse del yacimiento petrolífero de Maikop. Su ala izquierda tiene orden de conquistar Osetia, tomar el yacimiento petrolífero de Grozni, forzar la ruta de Tifus, y alcanzar el Caspio urn Baku in Besitz zu nehme, «para tomar posesión de Bakú». El plan lleva el nombre de una modesta flor, Edelweiss. El restablecimiento de la vía férrea no consigue seguir el avance de las tropas, y, con el alargamiento de las líneas de etapa, el transporte por convoyes automóviles tiende al absurdo, pues los camiones devoran tanta gasolina como llevan. Los caballos conocen otra limitación: la falta de agua para abrevarles. Estepa deslumbrante, estepa fértil, estepa tórrida, el Kubán se seca en verano como un Sáhara. ¡ Se verán caravanas de camellos llevando jerrycans para las Panzer!
En la inmesidad llameante, se hunden las tropas alemanas. El último día de julio, la Wehrmacht entra en Asia, habiendo franqueado la depresión del Mánich limite de Europa. Las fuerzas rusas se han reagrupado en un frente nortecaucasiano y puestas al mando del mariscal Budienny, rehabilitado de su desgracia de Ucrania. Se despegan librando combates de retaguardia en las confluencias de los ríos cuyo cauce mantiene en pleno verano el deshielo de las nieves. El Kubán está atravesado y. Krasnodar está tomado el 8 de agosto, por el grupo Ruoff. La noche siguiente, el 3er grupo blindado ve incendiarse ante él el horizonte: los rusos incendian los pozos de Maikop que, desde el día siguiente, la Mineralól Brigade tendrá la misión de apagar. Pero harían falta meses de trabajo para poder reanudar una explotación efectiva. De esos petróleos que le hipnotizan, y sin los cuales, según dice, «tendrá que liquidar esta guerra», Hitler sólo recibirá unas gotas, fracción insignificante de las oleadas de gasolina que gasta para conquistarlos.
Continúa el avance. La infantería hace 50 km por día. El país cambia, el suelo se eleva, los valles se encajonan, una alta línea nevada emerge del horizonte. Desde el mar de Azov al centro del Cáucaso, su frente de marcha mide 700 km en línea recta. Los gritos de apuro de los jefes de las grandes unidades llegan al C.G. de Stalino, a centenares de kilómetros de la batalla, donde el mariscal List, totalmente impotente, preside nominalmente una empresa que no comprende. En todas partes, falta la gasolina y las dificultades de aprovisionamiento entorpecen las operaciones. Lo cual no impide a Hitler añadir al plan Edelweis modificaciones que aumentan su extravagancia. El grupo A debe seguir extendiendo su acción, aumentar la apertura de sus alas, entrar en el mismo Cáucaso, dejar que montañas gigantes y sin caminos se interpongan entre sus elementos dispersos…
El ejército soviético endurece su resistencia. Ruoff sufre ante las ciudades del mar Negro, Anapa, Novorossíisk, Tuapsé, hábilmente defendidas por Chervischenko. Kleist obtiene éxitos más espectaculares, abre pasos de montaña vertiginosos, y logra la aureola de conquistar la cumbre del Elbrús (5630 m), cima del Cáucaso, que 21 cazadores alpinos de las 1ª y 4ª Gebirgen divisionen escalan desde el 18 al 21 de agosto, al mando de los capitanes Groth y Gámmeler. Toma Stávropol, y, después de atravesar la estepa de los Nogai, se apodera de Piatigorsk, la ciudad de las Cinco Montañas, en medio de sus fuentes sulfurosas y sus bosques. Más al este aún, la 13 Panzer y el 52 cuerpo alcanzan el Terek, salido de la gran cadena por gargantas en que los soldados del zar abrieron la ruta militar de Osetia para subyugar a los montañeses. Las vanguardias alemanas se acercan a Vladikavkás (Puerta del Cáucaso), a la que los bolcheviques han nombrado Ordzhhonikidze. Junto al Kazbek, la ruta baja luego hacia Tifus.
A la vez en todas partes, la ofensiva resbala. Ruoff no llega a tomar Novorossíisk. Kleist no llega a franquear el Terek. El Führer no llega a comprender por qué sus ejércitos no avanzan más. El 31 de agosto, convoca a List en Vínnitsa y le cubre de reproches. «La guerra cumplirá tres años esta noche, y estoy cansado de estos generales cuya incapacidad, blandura, falta de fe y falta de fuego la hacen durar…»
La guerra dura también ante Stalingrado.
En el plan alemán, Stalingrado no es un objetivo primordial. Incluso, Hitler admite que la ciudad no sea tomada, a condición de que sus fábricas queden bajo el fuego de la artillería y que se detenga la navegación en el Volga. En virtud de un hábito progresivo, y por razones cada vez más alejadas de los imperativos militares, se verá llevado a dar a la batalla de Stalingrado la significación de que se revestirá.
Para el mando soviético, por el contrario, conservar Stalingrado es de importancia primordial. Su pérdida cortaría el último vínculo entre la URSS y el Cáucaso.
El 12 de julio, el alto mando soviético organizó la defensa de Stalingrado. Se creó un frente con ese nombre bajo el mando del mariscal Timoshenko, teniendo como jefe de estado mayor al general P.I. Bodin y como comisario político a N.S. Jruschov. Comprende los ejércitos LXIII, LIII, LXIV, XXI, LXII, así como el VIII ejército aéreo, a las órdenes del general T.T. Chriukin. Su sector comienza en Pávlovsk, sigue el curso del Don hasta Klatskaia, y, corriendo de Norte a Sur, corta la curva del río, que vuelve a hallar en Werchne-Kurmokaskaia, donde comienza el frente sudeste. Los soviéticos aceptan el inconveniente de dar la batalla con la espalda a un río, para aumentar el espesor del corredor territorial que protege Stalingrado.
Poco a poco, los alemanes y sus aliados se han alineado sobre el Don, cubriendo, cara al Norte, la ofensiva contra Stalingrado. El II ejército alemán y el II ejército húngaro están prolongados por el VIII ejército italiano, general Gariboldi, entrando en línea en la segunda quincena de julio. La cobertura está lejos de ser ideal. Más que apacible, perezoso, el Don no es un obstáculo de gran valor, y, además, los rusos mantienen en la orilla derecha varias cabezas de puente, una de las cuales, la de Serafimóvich, mide 100 km de desarrollo. Encargado de tomar Stalingrado, el general Paulus llama la atención del grupo de ejércitos sobre la debilidad de su flanco izquierdo, pero la simultaneidad de la marcha contra el Cáucaso y de la maniobra de Stalingrado quita al mando alemán toda disponibilidad. Además, Hitler declara que presiente un desembarco inglés y ordenar retirar del frente oriental dos divisiones rápidas para reforzar las guarniciones del Oeste.
Los últimos días de julio son críticos para el VI ejército. Se encuentra fraccionado en dos masas, una al norte de Kalach, la otra al sur de un afluente del Don destinado a hacerse célebre en los meses siguientes, el Chir. Una desorganización de las retaguardias, causada por las improvisaciones de Hitler, la priva de carburante, dejándolo clavado en su sitio durante toda una semana. Su jefe, Friedrich Paulus, hijo del cajero de un correccional, ha llegado a los altos grados por su inflexible aplicación a las tareas de estado mayor, pero está desprovisto del dinamismo deportivo y brutal, de las cualidades eminentes de entrenador de hombres que tenía su predecesor Reichenau. Sin embargo, supera correctamente la crisis, y el 11 de agosto, cierra sobre las fuerzas soviéticas del Don la pinza de sus 14 y 24 cuerpos blindados. La Wehrmacht acaba de ganar una nueva Kesselschlaclit que le deja entre las garras cerca de 100000 prisioneros. Ocho días después el VI ejército lanza sobre el Don cuatro puentes de campaña y pone pie en el istmo Don-Volga. Menos de 50 km la separan de Stalingrado.
Además, ya no está sola en el ataque a la gran ciudad. Llega de refuerzo el IV Panzerarmee, llevado, en la tradición de los grandes jefes de blindados, por ese viejo soldado que es el capitán general Hermann Hoth. Su odisea terrestre, desde el 28 de junio, es sintomática del torbellino en que ha caído el pensamiento militar de Adolf Hitler. Ante todo, Hoth ha tomado Vorónezh, en el límite Norte del grupo de ejércitos, luego, hostigado por la dirección suprema, ha bajado a toda velocidad hacia el Sur para participar en una batalla de envolvimiento, a que, de repente, ha renunciado Hitler. Entonces el IV Panzerarmee ha forzado el curso inferior del Don, junto con el 1 Panzerarmee, que no tenía necesidad de su apoyo, y a la que no ha hecho más que embotellarle las retaguardias. Se lanzaba a la conquista del Cáucaso cuando Hitler lo ha retenido, lo ha devuelto al grupo B y lo ha enviado a participar en la toma de Stalingrado, mediante una larga marcha de flanco. Avanza por un país extraordinario, en los límites de Europa y de Asia. Manadas de caballos salvajes huyen ante sus motoristas. Aguilas planean sobre sus columnas. Calmucos de pelo enredado miran pasar la invasión ante sus tiendas pintadas de amarillo. El termómetro marca 55º a la sombra, pero no hay una sombra en la estepa, sobre la que se cierne un mar de polvo. El material ha sufrido mucho, y, por añadidura, el IV Panzerarmee ha sido desmembrado en beneficio de otras grandes unidades. Hoth, en realidad, no lleva más que una división motorizada y una división blindada, que, de los 200 tanques de su dotación reglamentaria, no tiene más de unos 50. Los términos militares pierden su sentido.
Más que una ciudad, Stalingrado es una larga fábrica sobre el Volga. La aglomeración empieza al Norte en el arrabal de Rinok. Acaba, 45 km al Sur, en el arrabal Kuperosnoie. La clave de la ciudad es una pequeña cadena de colinas que el IV ejército blindado ataca por el Sur y el VI ejército por el Norte. Como en el Terek, los rusos resisten con la energía de la desesperación. La hora de la elasticidad ha pasado. Ha vuelto la hora de meter los pies en el suelo y morir sobre el terreno. El 52 cuerpo alemán se ha apoderado de una orden del día de Stalin que dice a su pueblo que Rusia ya no puede permitirse perder territorio ni recursos industriales. Todo lo que queda ha de ser defendido con encarnizamiento.
El 19, viva agitación en Vinnitsa. ¡Los ingleses han desembarcado en Dieppe! Los primeros informes del grupo de ejércitos West (confiado desde el 1 de marzo al mariscal von Rundstedt) describen una operación de gran envergadura, la costa francesa invadida en 30 km, una participación masiva de la marina y la aviación. Hitler supone que los ingleses van a tratar de tomar El Havre o hacer caer las defensas de Pas-de-Calais.
Pero el asunto se malogra. El general Kuntzen, jefe del 81 cuerpo, da cuenta de que hace entrar en acción la división S.S. Adolf Hitler y la 10 Panzer. Espera que esa misma noche ya no habrá en Dieppe un solo inglés en armas. Efectivamente el ataque fracasa por completo. El desembarco no supera la estrecha playa de guijarros. 27 tanques llevados a tierra por barcos especiales, L.C.T., son destruidos a 20 m del agua salada; uno solo ha recorrido 100 m. Los atacantes —canadienses en sus dos tercios— son destrozados. La orden de reembarcar precipitadamente se da ya a las 9 de la mañana, pero, de los 6000 hombres empeñados, 3000 quedan en el continente, muertos o prisioneros. El informe de Rundstedt señala que a las 16 horas la vida de Dieppe ha vuelto a ser normal y todas las tiendas se han vuelto a abrir. Añade que la actitud de la población ha sido «no sólo irreprochable, sino absolutamente leal». Unos meses antes, cuando un comando había hecho saltar el gran carenero de Saint-Nazaire, algunos civiles habían luchado al lado de los ingleses; esta vez, según un informe de la resistencia francesa, ciertos habitantes han ayudado a los alemanes a capturar soldados británicos. El Führer, encantado, da orden de liberar a los prisioneros de guerra de Dieppe y alrededores. También tiene unas palabras de agradecimiento para los ingleses. Es la primera vez, dice, que se tiene la amabilidad de atravesar el mar para ofrecer al enemigo un muestrario completo de sus armas nuevas.
Esa breve alarma, probando la impotencia inglesa, se olvida de prisa. La única realidad es la batalla sin misericordia que se enfurece en las estepas tórridas del Don y del Volga. El 20 de agosto, los rusos lanzan, desde su cabeza de puente de Kremskaia, un furioso ataque, y hace falta la intervención de los 11 y 8º cuerpos alemanes para destrozarlo. Tres días después, el 14 Panzerkorps, mandado por uno de los ex lugartenientes de Guderian, von Wietersheim, cruza en masa por el puente de Viertashi. El general manco Hube lleva a toda velocidad su 16 Panzer, en formación cerrada, como un escuadrón de coraceros de las viejas guerras. Nada se le resiste; 60 km quedan recorridos de un empujón. La silueta de Stalingrado, sus chimeneas de fábricas, sus depósitos de agua, sus silos, surgen entre el intenso polvo de la tarde. Un esfuerzo más: ¡ el Volga está ahí! Corre a los pies de una orilla escarpada, con 2 km de anchura, cubierto de balsas de troncos, irisado de petróleo, surcado de embarcaciones, bajo las alas de los bombarderos alemanes que machacan Stalingrado. La otra orilla, baja, es un dédalo de islas cubiertas de juncos, con grandes líneas de agua melancólicas marchando al infinito.
¡ El ejército alemán ha alcanzado el Volga! Pero todavía no es más que una pequeña brecha, un corredor de 2 a 3 km de ancho. Durante una semana, la 16 Panzer, aferrada al arrabal de Rinók, permanece en situación crítica. Las otras dos divisiones de Wietersheim, 3ª y 60 motorizadas, y luego el 51 cuerpo, mandado por el general von Seydlitz-Kurbach, que acaba de desbloquear Demiansk, ensanchan el golpe de sierra trazado por Hube.
El 31 de agosto, se ha constituido un Schwerpunkt al norte de Stalingrado. Otro se forma al sur por el IV ejército blindado, cuyo 48 Pz.K. ha conquistado las alturas de Gabrilovka. La ciudad de Stalin está encerrada en unas tenazas. La guerra acaba su tercer año y se espera de hora en hora la caída de Stalingrado.